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Álvaro Lozano Gutiérrez, nacido en Bogotá d. c. Colombia en 1978. Realizó estudios de filosofía en la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín. Desde el año 2010 hace parte del Colectivo Literario Surgente, Letras informales y el Cine Club Caldo Diojo. Actualmente se desempeña como docente de secundaria. Finalista en el Premio Nacional de Crónica Ciudad Paz (2018). Ganador del concurso de cuento corto latinoamericano (2017) con el relato ‘Esta tierra que habitamos’; y del Concurso Letras Diversas, Revista Goliardica (Medellín, 2001) con la crónica ‘La bohemia’. Finalista del concurso Bogotá en 100 Palabras con el relato "Encuentro". Colaborador habitual del Periódico Periferia Prensa Alternativa y del Taller de Formación Estudiantil Raíces TJER de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas en Bogotá. Publicado en variados medios impresos y digitales en Colombia y América Latina.

jueves, 5 de enero de 2017

BROTHER (Crítica)

“Me gusta pensar que soy una alternativa al mainstream del cine de acción…
nunca haría una película de las que hace Hollywood”


Título original: Brother.
Año: 2000.
País: Japón.
Dirección: Takeshi Kitano
Guión: Takeshi Kitano.
Fotografía: Katsumi Yanagishima.
Música: Joe Hisaishi
Reparto: Beat Takeshi (Takeshi Kitano), Omar Epps, Claude Maki, Masaya Kato, Susumu Terajima, Royale Watkins, Lombardo Boyar, Ren Ósugi, Tatyana M. Ali,
Productora: Coproducción Japón-EEUU-Reino Unido; Recorded Picture Company / Office Kitano / Film Four / Bac Films.
Género: Yakuza-eiga.
Sinopsis: Un gángster yakuza, cuya familia en el crimen es aniquilada en una guerra de bandas en Tokyo, vuela hasta Los Ángeles en busca de su hermano. Atrapado en una cultura que no conoce, traba una improbable amistad con un joven vividor, y ambos se enredan en un lucha encarnizada para hacerse con el territorio de la droga del centro de Los Ángeles.

El camino del guerrero...

Podríamos decir que uno de los rasgos fundamentales del realizador Takeshi Kitano es un alejamiento consciente del llamado Modo de Representación Institucional,  el cual constituye hoy por hoy la manera narrativa impuesta por un sector de Hollywood y las propuestas del mainstream o  cine comercial . Así hace una deconstrucción de temas ya tratados en la gran pantalla logrando consolidar un estilo personal y, en cierto sentido, cambiar el relato sobre Japón y su relación con occidente.

Brother (2000) es precisamente una historia de destierro y sacrificio donde Kitano recorre el camino inverso de figuras mediáticas como Jackie Chan y Jet Li. Mientras estos representan el esfuerzo por americanizarse y asumir nuevos valores culturales, este se hace más enigmático y cerrado, se entrega cada vez más a  tradiciones atávicas ligadas al pasado del imperio japonés.



La figura de Aniki (Jefe en japonés) entra en contradicción con el mundo de donde proviene: después de la muerte de su señor yakuza el clan se disuelve y para sobrevivir su hermano (Kyodai) debe asesinarlo. Su lealtad  al antiguo código de honor (Bushido) le impide aceptar la deshonrosa paz y emprende el destierro sin saber que este mismo código le exigirá de nuevo el sacrificio, esta vez por un desconocido, por un hermano asimilado en el fragor de la batalla. El camino que le lleva al otro lado del Pacifico es en realidad un sendero de conocimiento interior, de búsqueda de un lugar en el mundo donde un guerrero encuentre el único final aceptable, una honorable muerte.
La contradicción aparece después en su relación con el nuevo grupo: todos son minorías cuyo arraigo ha colapsado y ahora se entregan al crimen de poca monta. Voluntad de aislamiento, pulsión de poder y deseo de muerte identifican al yakuza que poco a poco representa un modelo a seguir, pero se mantiene alejado de su entorno en una coraza que solo se irá quebrando en su relación con Denny, un afroamericano que recibe su último sacrificio. El héroe ha hecho su viaje para entregar su vida encontrando así la redención que plenifica su existencia.

Los recursos narrativos del director rompen con una propuesta fácil de tratamiento del tema, revelando una gran profundidad en el uso de las metáforas visuales. El modo paramétrico de montaje  muestra espacios vacíos donde solo tiempo después las figuras van apareciendo sin que aparentemente acción-causa-acción guarden relación en el relato. De la misma manera suicidios, matanzas y golpizas ocurren fuera del encuadre e incluso en la escena donde Aniki conoce a los secuaces de su hermano menor (Kojai) las figuras se recortan abruptamente sin mostrar sus rostros. El contra plano del diálogo se escinde para mostrar una relación de extrañeza entre quien habla y quien vive en su universo personal de naturaleza incomunicable. La figura del protagonista se muestra imperturbable detrás de unos lentes de sol, pero a la vez muestra un gran estado de crispación a través de un tic nervioso que atraviesa los rasgos del yakuza exiliado.


Sin lugar a dudas las influencias narrativas del cine de los años sesenta, momento histórico en que kitano vivió su adolescencia en Tokio, se dan cita a lo largo del metraje. La amistad viril explorada por los Spaguetti Western de Sergio Leone en filmes como La muerte tenía un precio (1965), El bueno el malo y el feo (1966) Erase una vez en el Oeste (1968) y Agáchate maldito (1971), para encontrar su  cenit en Erase una vez en América, una oda al sacrificio la traición y el crimen. El cine polar francés de Jean-Pierre Melville donde figuras oscuras y casi atemporales se dirigen conscientemente a su propia destrucción como consumación de un sacrificio y la donación de su existencia hacia otros. Bob le flambeur (1956), Le doulos (1962)  Le Samouraï (1967), pero sobre todo El ejército de las sombras (1969, retratan el mundo del hampa, pero a la vez, la nobleza de aquellos que estando a las orillas del imperio de la ley pueden ponerse por encima del hombre común y darlo todo en una última jugada o un desesperado gesto de dignidad. Ya sea con un estilo hierático como el de Alain Delon o frío y minimalista como el de Clint Eastwood, Kitano logra ponerse en el parnaso de los héroes más humanos que el cine haya podido narrar.                                    


Álvaro Lozano Gutiérrez

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