“Me gusta pensar que soy una alternativa al
mainstream del cine de acción…
nunca haría una película de las que hace
Hollywood”
Título original: Brother.
Año: 2000.
País: Japón.
Dirección: Takeshi Kitano
Guión: Takeshi Kitano.
Fotografía: Katsumi Yanagishima.
Música: Joe Hisaishi
Reparto: Beat Takeshi (Takeshi Kitano),
Omar Epps, Claude Maki, Masaya Kato, Susumu Terajima, Royale Watkins, Lombardo
Boyar, Ren Ósugi, Tatyana M. Ali,
Productora: Coproducción Japón-EEUU-Reino
Unido; Recorded Picture Company / Office Kitano / Film Four / Bac Films.
Género: Yakuza-eiga.
Sinopsis: Un gángster yakuza, cuya familia
en el crimen es aniquilada en una guerra de bandas en Tokyo, vuela hasta Los
Ángeles en busca de su hermano. Atrapado en una cultura que no conoce, traba
una improbable amistad con un joven vividor, y ambos se enredan en un lucha
encarnizada para hacerse con el territorio de la droga del centro de Los
Ángeles.
El camino del guerrero...
Podríamos decir que uno de los rasgos
fundamentales del realizador Takeshi Kitano es un alejamiento consciente del
llamado Modo de Representación Institucional,
el cual constituye hoy por hoy la manera narrativa impuesta por un
sector de Hollywood y las propuestas del mainstream o cine comercial . Así hace una deconstrucción
de temas ya tratados en la gran pantalla logrando consolidar un estilo personal
y, en cierto sentido, cambiar el relato sobre Japón y su relación con
occidente.
Brother (2000) es precisamente una historia
de destierro y sacrificio donde Kitano recorre el camino inverso de figuras
mediáticas como Jackie Chan y Jet Li. Mientras estos representan el esfuerzo
por americanizarse y asumir nuevos valores culturales, este se hace más
enigmático y cerrado, se entrega cada vez más a
tradiciones atávicas ligadas al pasado del imperio japonés.
La figura de Aniki (Jefe en japonés) entra
en contradicción con el mundo de donde proviene: después de la muerte de su
señor yakuza el clan se disuelve y para sobrevivir su hermano (Kyodai) debe
asesinarlo. Su lealtad al antiguo código
de honor (Bushido) le impide aceptar la deshonrosa paz y emprende el destierro
sin saber que este mismo código le exigirá de nuevo el sacrificio, esta vez por
un desconocido, por un hermano asimilado en el fragor de la batalla. El camino
que le lleva al otro lado del Pacifico es en realidad un sendero de
conocimiento interior, de búsqueda de un lugar en el mundo donde un guerrero
encuentre el único final aceptable, una honorable muerte.
La contradicción aparece después en su
relación con el nuevo grupo: todos son minorías cuyo arraigo ha colapsado y
ahora se entregan al crimen de poca monta. Voluntad de aislamiento, pulsión de
poder y deseo de muerte identifican al yakuza que poco a poco representa un modelo a seguir, pero se mantiene alejado de su entorno en una coraza que solo
se irá quebrando en su relación con Denny, un afroamericano que recibe su
último sacrificio. El héroe ha hecho su viaje para entregar su vida encontrando
así la redención que plenifica su existencia.
Los recursos narrativos del director rompen
con una propuesta fácil de tratamiento del tema, revelando una gran
profundidad en el uso de las metáforas visuales. El modo paramétrico de
montaje muestra espacios vacíos donde
solo tiempo después las figuras van apareciendo sin que aparentemente
acción-causa-acción guarden relación en el relato. De la misma manera
suicidios, matanzas y golpizas ocurren fuera del encuadre e incluso en la
escena donde Aniki conoce a los secuaces de su hermano menor (Kojai) las
figuras se recortan abruptamente sin mostrar sus rostros. El contra plano del
diálogo se escinde para mostrar una relación de extrañeza entre quien habla y
quien vive en su universo personal de naturaleza incomunicable. La figura del
protagonista se muestra imperturbable detrás de unos lentes de sol, pero a la
vez muestra un gran estado de crispación a través de un tic nervioso que
atraviesa los rasgos del yakuza exiliado.
Sin lugar a dudas las influencias
narrativas del cine de los años sesenta, momento histórico en que kitano vivió
su adolescencia en Tokio, se dan cita a lo largo del metraje. La amistad viril
explorada por los Spaguetti Western de Sergio Leone en filmes como La muerte
tenía un precio (1965), El bueno el malo y el feo (1966) Erase una vez en el
Oeste (1968) y Agáchate maldito (1971), para encontrar su cenit en Erase una vez en América, una oda al
sacrificio la traición y el crimen. El cine polar francés de Jean-Pierre
Melville donde figuras oscuras y casi atemporales se dirigen conscientemente a
su propia destrucción como consumación de un sacrificio y la donación de su
existencia hacia otros. Bob le flambeur (1956), Le doulos (1962) Le Samouraï (1967), pero sobre todo El
ejército de las sombras (1969, retratan el mundo del hampa, pero a la vez, la
nobleza de aquellos que estando a las orillas del imperio de la ley pueden
ponerse por encima del hombre común y darlo todo en una última jugada o un
desesperado gesto de dignidad. Ya sea con un estilo hierático como el de Alain
Delon o frío y minimalista como el de Clint Eastwood, Kitano logra ponerse en
el parnaso de los héroes más humanos que el cine haya podido narrar.
Álvaro Lozano Gutiérrez
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