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Álvaro Lozano Gutiérrez, nacido en Bogotá d. c. Colombia en 1978. Realizó estudios de filosofía en la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín. Desde el año 2010 hace parte del Colectivo Literario Surgente, Letras informales y el Cine Club Caldo Diojo. Actualmente se desempeña como docente de secundaria. Finalista en el Premio Nacional de Crónica Ciudad Paz (2018). Ganador del concurso de cuento corto latinoamericano (2017) con el relato ‘Esta tierra que habitamos’; y del Concurso Letras Diversas, Revista Goliardica (Medellín, 2001) con la crónica ‘La bohemia’. Finalista del concurso Bogotá en 100 Palabras con el relato "Encuentro". Colaborador habitual del Periódico Periferia Prensa Alternativa y del Taller de Formación Estudiantil Raíces TJER de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas en Bogotá. Publicado en variados medios impresos y digitales en Colombia y América Latina.

viernes, 27 de enero de 2017

Kill Bill: Volume 2. (Crítica)



Título original: Kill Bill: Volume 2.
Año: 2003.
País: EEUU.
Dirección: Quentin Tarantino.
Guión: Quentin Tarantino.
Fotografía: Andrzej Sekula.
Música: Varios.
Reparto: Uma Thurman, Lucy Liu, Daryl Hannah, Vivica A. Fox, Sonny Chiba, Chiaki Kuriyama, Michael Bowen, Julie Dreyfus, Michael Parks, David Carradine, Michael Madsen.
Productora: Miramax Films / A Band Apart.
Sinopsis: El día de su boda, una asesina profesional (Thurman) sufre el ataque de algunos miembros de su propia banda, que obedecen las órdenes de Bill (David Carradine), el jefe de la organización criminal. Logra sobrevivir al ataque, aunque queda en coma. Cuatro años después despierta dominada por un gran deseo de venganza.
Género: Thriller.


EL CAMINO DEL HÉROE.

El cine serie B es un tipo de cine comercial de bajo presupuesto. En su uso original, durante la Edad de oro de Hollywood, el término identificaba con mayor precisión a una película destinada a ser distribuida sin publicidad como parte de una doble función. En los años sesenta y setenta tres geografías se disputaban las imágenes de este subgénero: La Italia con sus Spaguetti Western con directores como Serrgio Leone, Sergio Corbucci y Sergio Sollima; Hong Kong con sus realizaciones sobre artes marciales donde actores como Bruce Lee, Jackie Chang y Jet Li saltaron al estrellato internacional;  y el cine de terror norteamericano donde figuras como Roger Corman y George Romero crean una estética llena de vampiros, payasos asesinos e incluso Zombies. Este cine marginado conscientemente de las vanguardias artísticas, como el neorrealismo, las nuevas olas y el free Cinema, va desarrollando una manera muy propia de contar historias, de crear películas de culto.
Quentin Tarantino  logra conjugar los elementos que hicieron legendario este cine para construir una historia de venganza, odio y muchas muertes: Kill Bill volumen 2.



Las viejas producciones chinas, que tratan de ser clonadas por estudios israelíes y norteamericanos en la década de los ochenta, representaban un esquema narrativo bastante simple: Un héroe en busca de la perfección de las artes marciales en eterna lucha contra el mal. El maestro es una figura central pues revelará los secretos ancestrales del Kung Fu llevando al protagonista a la victoria y la inmortalidad.

Pai Mei representa estos personajes identificados por los aficionados en las batallas campales de las salas de cine de doble función. Un maestro altanero y autoritario, incluso decididamente machista, que aun así representa la sabiduría y que al final encuentra en Beatrix kiddo la heredera de sus secretos.

De la misma manera en el Spaguetti Western una mitología encuentra una forma narrativa. Los personajes de John Ford pioneros en una tierra agreste y llena de peligros, tendrán que espera a los héroes de Sergio Leone para completar su síntesis visual: Largos duelos, personajes descreídos de la ley representada por el Estado y sobre todo una banda sonora y que narra al mismo tiempo que las imágenes. Los desiertos de Monument Valley serán reemplazados en Kill Bill 2 por la frontera, por un lugar sin ley donde el orden es impuesto por forajidos cuyo único interés será hacerse con “un puñado de dólares”. La frontera que en filmes como Quiero la cabeza de Alfredo García (1974), o La muerte tenía un precio (1964)  significaba la liberta ahora es una tierra de lobos, donde ser enterrado vivo es uno de los muchos peligros, junto a los legendarios asesinos que ahora son cazados por una heroína.



En las diferentes películas de terror de Roger Corman, basadas en los cuentos de Edgar Alan Poe, se revela uno de los miedos atávicos por naturaleza: ser enterrado con vida. Escena repetida por Tarantino cuando Budd intenta asesinar de la forma más cruel posible a la protagonista. Unos cuantos metros de espacio y una luz serán suficientes para recrear el terror a la oscuridad, el encierro y la muerte. Brutalidad recreada en el filme Sicario (2015) del director Denis Villeneuve, donde las paredes guardan el terrible secreto de los torturados y desaparecidos en la frontera.

Y al final Bill muere con un golpe de la técnica secreta,  es agotado por la venganza. El camino del héroe se ha terminado, no solo por que la película finalice, sino también por que con ella se dan fin a una mitología. La grandes travesías por la montañas de China, las diligencias cruzando Monument Valley, los enfrentamiento entre clanes Yakuza y las miradas crispadas llenas de nervios de los duelos italianos llegarán a su fin cuando en la pantalla aparezca la leyenda: Dirigido por Quentin Tarantino.


 Álvaro Lozano Gutiérrez

Kill Bill: Volumen 1. (Crítica)



Título original: Kill Bill: Volume 1.
Año: 2003.
País: EEUU.
Dirección: Quentin Tarantino.
Guión: Quentin Tarantino.
Fotografía: Andrzej Sekula.
Música: Varios.
Reparto: Uma Thurman, Lucy Liu, Daryl Hannah, Vivica A. Fox, Sonny Chiba, Chiaki Kuriyama, Michael Bowen, Julie Dreyfus, Michael Parks, David Carradine, Michael Madsen.
Productora: Miramax Films / A Band Apart.
Sinopsis: El día de su boda, una asesina profesional (Thurman) sufre el ataque de algunos miembros de su propia banda, que obedecen las órdenes de Bill (David Carradine), el jefe de la organización criminal. Logra sobrevivir al ataque, aunque queda en coma. Cuatro años después despierta dominada por un gran deseo de venganza.
Género: Thriller.


KILL BILL: EL BUENO, EL MALO Y EL FEO.

Ver una película de Quentin Tarantino es explorar sus obsesiones visuales. Más allá del calificativo de Posmoderno que puede recibir su cine la verdad es que es un homenaje consciente a la cultura pop y los iconos visuales  de los años setenta.

El bueno…



Las películas de  artes marciales grabadas en su gran mayoría en Hong Kong son el primer referente para este fanático de los cines de doble función (rotativos) y las tiendas de video. La estructura narrativa era simple y estaba plagada a los golpes y las complicadas coreografías. Una venganza surge después de una masacre, esto desencadena una serie de odios que solo se verán satisfechos con la sangre y el dolor. El guerrero asume el camino del Kung Fu como una manera de vencer a sus enemigos, pero a la vez, una manera de descubrirse a sí mismo. Todo termina en una batalla entre el bien y el mal, donde la más depurada técnica llevará al protagonista a vencer e introducir el equilibrio en el mundo.

La mayor parte de estas estrellas cantonesas pasaron al anonimato gracias a un modo de producción masivo que primaba forma sobre contenido y vendía productos visuales cargados de violencia con actuaciones mínimas. Pero será Bruce Lee quien encarne al nuevo héroe y sea recibido en occidente como una leyenda. Kill Bill es un homenaje  a este tipo de cine, rescatando el atuendo de Lee en Game of Death (1978) y la figura legendaria de Hattori Hanzō legendario maestro de la espada de los films japoneses de los años setenta.


El malo…






Sin duda el director italiano Sergio Leone en una de las referencias obligadas de tarantino. En principio la historia se desarrolla en la frontera entre México y los Estados Unidos donde se da lugar a una masacre (referencia directa a Erase una vez en el Oeste, 1968). Esto da lugar a una serie de duelos, que aunque cambian sus armas por cuchillos o espadas, tienen el mismo sentido del Western al itálico modo: acercar a la protagonista a un enfrentamiento final. El ralentis impuesto por el maestro Leone en sus duelos será copiado casi que fotograma a fotograma por Tarantino. Espacios circulares, primeros planos que destacan los ojos y la expresión, y por supuesto la música resaltando la acción dramática. La heroína ataviada con la sudadera amarilla de Bruce Lee une campos de significaciones dispersos en cinematografías lejanas una de otra, para mediante el collage componer una nueva oda a la muerte: Una pelea con espadas Samurai al ritmo de los justicieros del salvaje oeste.

  
El feo…

Las series televisivas de los años setenta como el avispón verde ( conocida en China como el programa de Kato), los Angeles de Charlie y kung Fu, protagonizada por Davird Caradine; salpican las escenas y el clima mismo de esta cinta. La máscara utilizada por el comandante del ejército de los 88 locos, los trajes oscuros ajustados de las asesinas, además de sus cabelleras a la usanza de la moda disco; son aportes de la cultura Pop donde la televisión era un complemento del cine. Los jinetes y vengadores de las películas cedían espacio a producciones de largo aliento, donde el desarrollo de los personajes es más profundo y el universo se entreteje de manera mas amplia.

Kill Bill es la muestra de cómo el cine puede plegarse sobre sí mismo y canibalizar su propia mitología. Temas coma la venganza y la violencia dan lugar a una estética del Collage, donde cada elemento aislado representa un mundo, pero unido a otros es capaz de formalizar un universo. Una apuesta que sumerge al espectador es un guión con abundantes diálogos, referencias visuales y buena música. En definitiva el cine de Quentin Tarantino tiene buen Kung Fu.



 Álvaro Lozano Gutiérrez.

domingo, 22 de enero de 2017

Pulp Fiction. (Crítica)


Título original: Pulp Fiction.
Año: 1994.
País: EEUU.
Dirección: Quentin Tarantino.
Guión: Quentin Tarantino.
Fotografía: Andrzej Sekula.
Música: Varios.
Reparto: John Travolta, Samuel L. Jackson, Uma Thurman, Harvey Keitel, Tim Roth, Amanda Plummer, Maria de Medeiros, Ving Rhames, Eric Stoltz, Rosanna Arquette, Christopher Walken, Bruce Willis, Paul Calderon, Bronagh Gallagher, Peter Greene, Stephen Hibbert, Angela Jones, Phil LaMarr, Robert Ruth, Julia Sweeney, Quentin Tarantino, Frank Whaley, Duane Whitaker, Steve Buscemi, Burr Steers.
Productora: Miramax Films / Band Apart / Jersey Films. Productor: Lawrence Bender.
Sinopsis: Jules y Vincent, dos asesinos a sueldo con no demasiadas luces, trabajan para el gángster Marsellus Wallace. Vincent le confiesa a Jules que Marsellus le ha pedido que cuide de Mia, su atractiva mujer. Jules le recomienda prudencia porque es muy peligroso sobrepasarse con la novia del jefe. Cuando llega la hora de trabajar, ambos deben ponerse "manos a la obra". Su misión: recuperar un misterioso maletín..

Género: Thriller.


HISTORIAS DE VIOLENCIA.

Cuando se pide a cualquiera de los actores de la película Pulp Fiction que describa el guion, sus primeras reacciones son de extrañeza ante la sencillez de la historia y la forma narrativa mínima.
La película está realmente hecha para ser vista en sus detalles más minuciosos, porque además de ser la creación de un genio del cine, es realizada por un cinéfilo.  El crítico ingles Christopher Frayling, en su libro: leone, algo que con la muerte, plantea que esta es una de las características de la verdadera sensibilidad audiovisual. La etapa de preparación y escritura de los guiones de leone, y en este caso de Tarantino, muestran unos núcleos narrativos que giran en torno a historias ya tratadas ampliamente en la historia del cine: La rivalidad entre familias, la amistad entre hombres, la lucha entre bien y mal, un asalto que termina complicándose o la guerra como escenario de muerte y venganza.

Pul Ficción opera dentro de tres historia: Vincent Vega debe salir con la mujer de su jefe, un peligroso mafioso acostumbrado a la violencia extrema; Butch es un boxeador decadente que gana la única pelea que debe perder atrayendo hacia sí mismo una muerte segura; y por ultimo Jules, un asesino y criminal de poca monta, que trata de re direccionar su vida después de sobrevivir a un ajuste de cuentas que casi acaba con él.  Para Tarantino estas historias tiene  un hilo conductor poco probable: todo debe fracasar al final.


Los largos diálogos, que esta vez dan inicio en un restaurante, son la antesala de grandes estallidos de violencia. Los personajes se sumergen en un mundo donde la muerte y el conflicto se ha normalizado, es un escenario donde las vidas están destinadas a agotarse entre la ambición de algunos y el caos absoluto de un mundo donde el concepto de justicia se deslegitima y da paso a la ley del más fuerte. En este sentido Pulp Fiction es un Film Noir con amplios espectros de humor negro.
  
Al igual que los Western de Sergio Leone donde el Atrezzo es de vital importancia, Tarantino logra crear una atmósfera retro con el cuidado de cada detalle en la escenografía y la caracterización de los personajes. El Jack Rabbit Slims fue diseñado a partir de muy precisas indicaciones den el guión para dar la apariencia de los restaurantes temáticos de los años cincuenta. De la misma manera el vestuario de Vincent y Mía exacerban los tópicos propios del matón de mafia decadente y la Femme Fatale. La unidad se recrea de manera ya memorable en el baile de ambos, evocando los inicios del Actor Jhon Travolta en películas como Fiebre del sábado por la noche (1977) y Graase (1978).


Si bien las critica norteamericana apuntaba la violencia como el mayor de los problemas de la cinta, lo cierto es que la forma que toma el guión muestra más bien una cierta mirada a los modos como Hollywood ha convertido la sangre y la muerte en un producto del mercado, donde los sujetos y sus cuerpos son meros objetos con los cuales la pantalla construye relatos inverosímiles pero que a la larga reemplazan la realidad. El espectador que no logra ir más allá del dispositivo asume que el acto de asesinar no es sino una manera de establecer el perdido equilibrio de una sociedad antes más estable y ahora en total desajuste.  Tanto las películas bélicas de los años ochenta como Pelotón de Oliver Stone (1986) y las cintas policiacas como Vengador anónimo , Michael Winner (1974), la violencia es la solución, aunque el mundo no entrará en el anhelado equilibrio.
Tarantino que hasta su más reciente estreno de Los ocho más odiados (2016) ensambla sus bandas sonoras de temas populares del Rankin norteamericano y el Spaguetti Western; retoma el tema girl you'll be a woman son para aditarlo a una de sus escenas mas memorables y dejarlo como uno de los referentes sonoros mas importantes de la historia del cine contemporáneo. El baile en medio de un restaurante de otras épocas acaba de Decosntruir la imagen en movimiento a través de tres historias, muchos personajes y guiños salas de cine del barrio.          
                           
 Álvaro Lozano Gutiérrez

PERROS DE LA RESERVA (Crítica)




Título original: Reservoir Dogs.
Año: 1992.
País: EEUU.
Dirección: Quentin Tarantino.
Guión: Quentin Tarantino.
Fotografía: Andrzej Sekula.
Música: Varios.
Reparto: Tim Roth, Harvey Keitel, Chris Penn, Steve Buscemi, Michael Madsen, Lawrence Tierney, Randy Brooks, Kirk Baltz, Edward Bunker, Quentin Tarantino, Burr Steers.
Productora: Live Entertainment / Dog Eat Dog Productions.
Sinopsis: Una banda organizada es contratada para atracar una empresa y llevarse unos diamantes. Sin embargo, antes de que suene la alarma, la policía ya está allí. Algunos miembros de la banda mueren en el enfrentamiento con las fuerzas del orden, y los demás se reúnen en el lugar convenido..
Género: Thriller.


LA ESTÉTICA DE LA VIOLENCIA.

Los años noventa habían presenciado el agotamiento de la llamada generación de los  “Chicos amados de Hollywood” conformada por Coppola, Scorcese, De Palma y Spiberg. El cine que reflejaba la gente común, heredero tanto de las vanguardias europeas como del inconformismo de una generación de jóvenes directores, dio paso a mega producciones que basaban su propuesta en criaturas venidas del espacio, monstruos sanguinarios y héroes llenos de músculos que salvaban la civilización occidental de su enemigo comunista.

Dos hechos aparentemente fortuitos estaban a punto de cambiar este panorama generando un movimiento conocido como “cine Indi” o “cine independiente”. Robert Redford crea la escuela de cine y festival de Sundance en el poblado de Park City, cerca de Salt Lake City, la capital del estado de Utah. Su intención  era reunir a nuevos directores por fuera del circuito comercial y generar propuestas estéticas más cercanas al cine de ensayo y autor. Por otro lado los hermanos Harvey y Bob Weinstein fundan MIramax, que comenzando como una distribuidora de todo tipo de películas (especialmente aquellas que real o virtualmente tuvieran alguna referencia erótica), terminará siendo la compañía que más proyectos de nuevos directores ha producido, llevándolas de un público especializado a las grandes salas.


En este ambiente un joven dependiente de una tienda de videos en Manhattan Beach haría su aparición con la película Reservoir Dogs en 1992, su nombre era Quentin Tarantino. 

El guion transcrito totalmente a máquina llega a a manos de Harvey Keitel quien además de protagonizar hará las veces de productor, haciendo posible la realización del este proyecto cinematográfico.

La película da inicio en una cafetería donde solo tangencialmente se habla de un asalto, que será en ultimas el eje central del filme aunque nuca sea mostrado en la pantalla. Pero la conversación se centra en otro punto “No creo en la propina”  es el dialogo que a través de varios minutos del metraje será desarrollado por Steve Buscemi. Está será una de las primeras marcas del director y que aparecerá en sus subsecuentes filmes. Largos diálogos en torno a aparentes temas banales, o por lo menos no relacionados directamente con la trama, que dan lugar a estallidos de violencia, a sangrientas tomas llenas de crudeza que sin embargo configuran toda una estética en torno al tema de la muerte.

Tarantino, educado en los cines de barrio de los años setentas atesorará grandes momentos visuales de las películas de Kung Fu y de los Spaguetti Western consideradas subgéneros o simplemente cine de serie B para consumo en programas de doble función. La escena de la oreja cortada   viene de Django de Sergio Corbucci (1966), donde solo cambia la música y el detalle, ya de culto, del baile del psicota interpretado por Michael Madsen. Los trajes de los asaltantes evocan la estética de los Yakuza-eiga de kinji Fukasaku, donde las historias de violencia son llevadas más allá  del Bushido o código del samurái y narran la vida cotidiana de los bajos fondos en el Japón azolado por las guerras entre mafias locales.


La concepción fatalista de los protagonistas tiene sin duda una influencia en  Jean-Pierre Melville, maestro del polar francés,  cuyos filmes complejizan  a los personajes para poder llevarlos por el camino de la tragedia. Alain Delon de manera hierática se dirige hacia la muerte por que pertenece a otros tiempos, a otro código de moral, es un Samurai. Havey Kaitel no tiene más escapatoria que la de matar a quien desde el principio lo ha traicionado, perdiendo así  la vida, pero ganando la redención.

Tarantino ha llegado al cine con  un Collage visual convertido en obra de arte.
                                      
 Álvaro Lozano Gutiérrez





lunes, 16 de enero de 2017

CINE SACER. Estéticas de la excepción. (Articulo)



*Texto presentado en la Cátedra Cinemateca.  Éticas, estéticas y políticas del cine colombiano
CAPÍTULO III EL DOCUMENTAL COLOMBIANO. Cinemateca Distrital. 2015.

En los documentales Cuerpos Frágiles, de Oscar Campos (2010), y Apuntando al corazón,  Claudia Gordillo y Bruno Federico (2013), encontramos cómo el Estado colombiano a través de efectivas estrategias de comunicación de masas ha creado un estado de sitio permanente como imaginario colectivo. Asimismo, podremos determinar la forma cómo el relato de nación se ajusta a unos intereses de clase muy ajenos a la verdad histórica y por lo tanto se establecen dispositivos ficcionales en torno a la realidad conflictiva del país. Sí los viejos gramáticos crearon un régimen de verdad en torno al habla, los actuales intelectuales de los medios determinan una verdad única sobre el conflicto y sus actores.

Los primeros intentos de imagen en movimiento estuvieron unidos a la labor documental, “Los inventores del cinematógrafo, que formaron legión, incluían a diversos hombres relacionados con el espectáculos y otros interesados por cuestiones muy ajenas a él. Algunos de estos últimos eran hombres de ciencia que sentían la imperiosa necesidad de documentar algún fenómeno o acción y se las ingeniaron para realizarlo. En las obras de estos hombres la película documental tuvo sus conmociones prenatales” (Barnouw, 2005, p.11). Esto continuaría durante la evolución del cine que pasa de la dinámica de ser fiel a los acontecimientos, hasta la denuncia de esa misma realidad de la cual intentaba ser testigo.  La masificación de la imagen, sobre todo con el advenimiento de la televisión, mostrará otra cara del documental: ser instrumento de imposición de ideas hegemónicas, discursos de regímenes autoritarios y sobre todo, la necesidad de llegar a un consenso con determinados puntos de vista ideológicos.

Incluso hoy, llega a plantearse la existencia de una guerra de cuarta generación donde “se combina la acción de grupos operativos descentralizados, expertos en contrainsurgencia, con la acción de grupos irregulares de tipo paramilitar, en acciones de sabotaje y desgaste. Estas acciones se complementan con la guerra mediática y psicológica, impulsada por grandes grupos de propaganda (como CNN a nivel mundial, y RCN y CARACOL a escala nacional en Colombia). La manipulación informativa, las mentiras programadas y la desinformación son parte fundamental de los dispositivos de la guerra de cuarta generación” (Vega, 2010. p.69).

Esta serie de estrategias han sido vitales para la imposición de una clase política en la llamada democracia más vieja de América Latina donde los dispositivos de violencia se han conjugado hábilmente con estrategias de comunicación de masas configurando un continuo Estado de Excepción. Esto explica que en nuestro país la oligarquía pudiera hacerse con el poder sin la implantación aparente de dictaduras militares como aconteció en el Cono Sur.

Si bien, las guerras han atravesado nuestra historia nacional dando a la casta militar una absoluta preponderancia, siempre se ha mantenido bajo la atenta mirada del poder civil aunándolos con los servicios acuciosos de una pléyade de intelectuales de diferente cuño. Así, durante continuos ciclos de violencia militares, oligarquía e intelectuales estructuraron un relato nacional que diera cohesión a un proyecto de Estado-Nación a medio camino. “En Colombia pasamos de los abogados, los gramáticos y los poetas de comienzo del siglo, a los profesores de la republica liberal; luego a los científicos sociales –filósofos, politólogos e historiadores de los setenta, y, finalmente a los economistas  de la globalización neoliberal” (Urrego, 2002, p. 10). Estos mismos crearon un enemigo a quien temer, el acechante que ponía en peligro el orden establecido, las buenas costumbres, la ley y la sana religión.

1. La estética de la excepción.





El documental Apuntando al corazón,  Claudia Gordillo y Bruno Federico (2013) tiene como tema central las estrategias publicitarias y de comunicación a cometidas por el ejército nacional durante el periodo de la llamada “Seguridad Democrática” (2002-2008) y el primer periodo de la “Prosperidad Democrática” (2009-2012), en los gobiernos de Álvaro Uribe Vélez y Juan Manuel Santos Calderón, respectivamente.

Durante los diálogos de paz del Caguán (1998-2002) varios signos de fortalecimiento de la guerrilla a nivel nacional e internacional, aunados a una imagen cada vez más deteriorada de las fuerzas armadas llamaban cada vez más la atención de la opinión pública: la silla vacía de alias Tirofijo al iniciar los diálogos, la imagen de guerrilleros cono Raúl Reyes o Simón Trinidad, sino siendo aceptados por lo menos en franco diálogo con autoridades y grupos significativos de la comunidad europea. Y sobre todo, el dominio innegable de vastas zonas del país junto a las imágenes de soldados prisioneros en plena selva colombiana.

El descontento entre las fuerzas militares se hacía patente y se unirá a una nueva retórica guerrerista, que si bien no es nueva en nuestro país, logró captar el interés de una opinión pública. De esta manera, llega al poder a Álvaro Uribe Vélez, quien con recursos del “Plan Colombia” comienza la aplicación de estrategias tendientes a derrotar militarmente al enemigo insurgente. Una de estas estrategias se centra en la creación de una nueva imagen de las fuerzas militares: Los héroes en Colombia si existen.

El documental Apuntando Al Corazón (2013) comienza con material de archivo, la voz de Belisario Betancourt y Álvaro Uribe arengan a las fuerzas armadas, mientras las imágenes del conflicto devienen para ser fusionadas con el himno nacional, terminando con un discurso de Juan Manuel Santos donde resalta que puede existir un país sin guerrilla y lo vamos a demostrar, por la razón o por la fuerza.  A manera de introducción, los realizadores explican el proceso del conflicto armado colombiano a través de caricaturas, mientras una voz en off resume los procesos de violencia y despojo, los diferentes pactos de la oligarquía, la muerte de Gaitán y por último el nacimiento de las FARC (1963) y el ELN (1964) así como la degradación de la guerra paramilitar.




En este sentido el documental toma un cariz de investigación, pues ahonda en una realidad compleja que a través del lenguaje audiovisual puede ser develada y explicada. Al respecto, el realizador Carlos Bernal (1991) nos dice:

“Nosotros miramos el video como un instrumento de investigación, como lenguaje con el cual nos es posible acercarse a la realidad, para después hacer un estudio sobre esa misma realidad, a través de un lenguaje legible que la gente pueda disfrutar”. (p.95)

La imagen nos muestra la figura de Harold Bedoya, ex comandante de las fuerzas militares y candidato presidencial, al cual explica las bases de la actual doctrina militar: miedo al enemigo, una conspiración Bolchevique para dominar el mundo y la existencia de una barrera necesaria para evitar que la civilización cristiana occidental colapse. Una última frase da pié a la temática del documental: somos como supermanes, defendiendo al mundo entero pero desde Colombia. El contraste lo realiza el profesor Fabio López de la Roche quien muestra como en el discurso de Uribe Vélez el enemigo es la guerrilla, el narcotráfico, pero también las ONGs defensoras de derechos humanos, los sindicatos, el movimiento estudiantil y en fin, todo aquel quien pudiera representar la oposición. De esta manera, el documental muestra el proyecto homogeneizador expresado en la creación de una nueva lectura de la historia nacional en clave anti-terrorista. Omar Rincón, analista de medios, propone esta creación de discurso como relato nacional da cohesión a la sociedad y que dentro de este las fuerzas armadas cumplirán una misión no solo de ejercicio de la fuerza sino simbólico.  “la gente espera de la iglesia valores, de la televisión entretenimiento y de su ejército autoridad”.

La cámara entra a los cuarteles, logra mostrarnos sus liturgias, sus ceremonias -de alto contenido simbólico-, soldados formando en labores de paz y guerra, cantando himnos que los cohesionan como cuerpo, que los hacen un uno indivisible. Al respecto, Foucault (2008) advierte:

“El soldado se ha convertido en algo que se fabrica; de una pasta informe, de un cuerpo inepto, se ha hecho una máquina que se necesitaba. Se ha corregido poco a poco las posturas; lentamente una coacción calculada recorre cada parte de su cuerpo, lo domina, lo pliega el conjunto, lo vuelve perpetuamente disponible y se prolonga en silencia al automatismo de los hábitos”. (p. 139)




Es evidente el ejercicio de biopolítica donde se preparan los cuerpos y las mentes de los combatientes. Pero es necesario agrandar el círculo, se debe militarizar la vida civil o civilizar la doctrina militar.

El grueso del documental muestra a German Zúñiga, director creativo de campaña de las fuerzas armadas, planteando el problema de vender el ejército como un producto.  La misma imagen del personaje corresponde a una puesta en escena no de los documentalistas, sino de él mismo. Aparece informalmente vestido, con jeans y gorra, hablando de la guerra en términos de Marketing a través de imágenes sugerentes, slogans pegajosos y metáforas bien pensadas para despolitizar el discurso. Así  podría ser parte del entramado de la guerra como un combatiente más.

Esto muestra como efectivamente “Los hombres del cinematógrafo…se convirtieron en agentes de propaganda de los actos reales, en agentes de relaciones públicas imperiales” (Barnouw, 2005, p. 25) Más allá de los efectos del conflicto, las víctimas y las consecuencias devastadoras del paramilitarismo, está una imagen construida, una imagen legítima en términos de mercadeo aunque en realidad se trata de una problemática de carácter fundamentalmente político. Esto se hace a partir de estrategias mediáticas que alejan de la opinión pública los cuestionamientos sobre la efectividad de las fuerzas militares o sus acciones en contra de la población civil. El soldado es un símbolo que se acerca a lo religioso, algo inefable, inaprensible, sagrado.

A este respecto Erik Barnouw nos recuerda la principal labor del llamado documental clarín o de promoción de las fuerzas armadas:

 “La tarea del autor de películas era, en cuanto a sus compatriotas, encender la sangre  y las pasiones nacionalistas e incitar la determinación hasta su más alto nivel; en cuanto a sus enemigos, darle escalofríos y paralizarle la voluntad de resistir” (Barnouw, 2005, p. 125).

Las imágenes, reales o no, nos muestran, a nosotros y sus enemigos (aunque la línea sea cada vez más delgada), cómo el cuerpo militar está compuesto por seres invencibles, más allá de la moral, la razón o el establecimiento jurídico. La creación de lemas como: los héroes también existen y fe en la causa, saludos que vienen con un pulgar amistosamente levantado y estrategias mediáticas de construcción de personajes-leyenda sacadas del gran cine de guerra como Rambo (1983), Fuerza Delta (1986) o Comando (1985) precisamente grabadas durante el laxo de tiempo donde los Estados Unidos realizarán incursiones en Nicaragua y el Salvador, o apoyarán dictaduras como las de Pinochet en Chile y la Junta Militar en la Argentina. Serán determinantes no solamente para cambiar la imagen de un ejército, sino también para militarizar (y en cierto sentido, paramilitarizar) la vida cotidiana de nuestro país.



Estas estrategias de mercadeo de la guerra serán duramente cuestionadas por el cineasta Clint Eastwood en la película Banderas de Nuestros Padres (2006) como nos lo muestra Quim Casas (2008):

“El filme parte de una foto que es en sí misma una mentira, una manipulación, una contradicción, abriendo nuevos debates (que ya son viejos), sobre la fidelidad de la imagen fotográfica o cinematográfica… Además fue utilizada como banderín de enganche por la maquinaria propagandística de Washington para insuflar nueva moral en una población civil que estaba cansada de la contienda” (p. 195).

Una sociedad militarizada como la norteamericana necesitaba desesperadamente símbolos y relatos heroicos para justificar una guerra que solo beneficiaba a muy pocos y que terminaba con el horror de Hiroshima.

De la misma manera, en nuestro país a la vez que se exalta la imagen heroica de los miembros de la fuerza pública, se superponen lenguajes y se utilizan eufemismos para hablar de hechos como los mal llamados falsos positivos o la misma violación de una niña campesina en Arauca. Y es patente en el documental, que con una nueva explicación a través de  caricaturas y una nueva voz en off, cómo el lenguaje de la guerra favorece a algunos: los victimarios, convirtiéndolos en héroes. Durante la escalada noticiosa que recorría el mundo por los falsos positivos, la estrategia de medios desplazará su atención hacia los secuestrados por las FARC y su construcción como únicas victimas del conflicto.

Finalizando el documental, se reflexiona sobre los costes reales de la guerra y cómo en la Colombia de la Prosperidad Democrática los empresarios han comenzado a incursionar en el campo de la industria militar y tienen como objetivo exportar el conflicto, si no en escaladas contra otros países, si en sus estrategias mediáticas y de industrialización.



2.  La imagen dentro de la lógica de excepción.

En documental Cuerpos Frágiles, Oscar Campos (2010) reflexiona sobre el conflicto y su mediatización a través del material de archivo. En este sentido, no habrá intervención de un montaje externo que lo presente de manera estética, que trate de alcanzar un producto acabado y en cierto sentido didáctico. Será el montaje interno de los materiales, su selección y una continua voz en off lo que da claves de lectura.

El realizador sigue uno de los principales preceptos del documental en sus orígenes, nos dice Dziga Vertov que el montaje se realiza “No para mostrar fragmentos de verdad en la pantalla, partes separadas de verdad. Esas partes deben organizarse temáticamente para que el todo sea también una verdad” (Barnouw, 2005, p.32). El material por sí mismo está disperso, llega a la mesa de montaje -o en este caso, computador- esperando recibir un sentido, para así poder dar cuenta de la realidad. Las noticias recogidas a lo largo del tiempo pueden pasar desapercibidas y aparentar no tener un hilo conductor, un sentido, pero será el realizador quien pueda encontrar la manera de narrar a través de su selección de los fragmentos, lo que antes era solo una verdad a medias.

Comienza con la imagen del presidente Juan Manuel Santos recibiendo el mando de su antecesor Álvaro Uribe Vélez, mientras los créditos dan paso a una imagen del primero diciendo…y el video, mostrando el cadáver destrozado del abatido jefe del secretariado mayor de las FARC alias el mono Jojoy. La exhibición es cruda, pero no exclusiva y demarca una de las estrategias del gobierno para asentar su régimen autoritario: el cadáver del enemigo como arma política.




Los nueve capítulos del documental dan cuenta entonces de las armas mediáticas y sus consecuencias en el conflicto armado interno colombiano. Las lógicas de la excepción hacen su aparición a través de la imagen, la evidencia de que en nuestro país, a pesar de la existencia de un régimen constitucional, impera una política de la excepción, un estado de sitio continuo que  pone a sus gobernantes más allá y por encima de la ley.

Agamben (2010) nos dice a propósito que “Un estado de excepción no es pues, el caos que precede al orden, sino la situación que resulta de la suspensión de este en este sentido la excepción es, verdaderamente, según su etimología, sacada fuera (ex-capere) y no simplemente excluida” (p. 32). Es decir, la imposición de un estado de excepción de ley es suspendida en el momento de la decisión soberana y discrecional del funcionario (burócrata) que en últimas decide con una norma, que él mismo está por encima de la norma (Paradoja de la excepción). Ya fijado el espacio jurídico cabe la pregunta.  ¿Qué pasa con los cuerpos? La respuesta nos la da el mismo autor: “Matar a un hombre no como violencia natural, sino como la violencia soberana en el estado de excepción” (Agamben, 2010, p.34). El poder soberano decide sobre la vida y los cuerpos del enemigo de manera absoluta y en ese sentido sus acciones, más allá de lo jurídico o lo moral, están justificadas por y en sí mismas.

A este respecto, el documental en su primera parte el cuerpo, usando imágenes de noticieros privados e institucionales, hace una exploración del fino tratamiento de la imagen de Raul Reyes, abatido en Ecuador y expuesto como trofeo por el gobierno de Álvaro Uribe. De esta manera, cuando el expresidente explica su decisión sobre el ataque, no se hace ningún cuestionamiento acerca de las muertes, haciendo que la polémica se desvíe hacia el asunto de la violación de la frontera. El uso político del cuerpo como imagen de la excepcionalidad de la guerra se hace patente en la ejecución de Sadam Hussein y paralelamente de Raúl Reyes, pues son mostrados como enemigos irreconciliables de la paz, en los términos políticos de la lucha contra el terrorismo.

Con el segundo capítulo el muerto regresa se devela como una maraña informativa del todo confusa, crea nuevos miedos: el computador de Reyes contiene información sobre nuevas conspiraciones, actores del Estado, intelectuales y ciudadanos comunes envueltos en la trama de un grupo terrorista que solo desea promover el caos y el delito en nuestro país. La regularidad y la manera como son presentadas las informaciones causan unos efectos que el realizador muestra en la siguiente escena El grito de los desesperados, donde somos testigos de marchas a favor del gobierno y contra el enemigo, ahora difuso, ahora sin nombre, ahora solo con la denominación de terroristas.



Bien hace el autor al compararlas con las escenas del Triunfo de la voluntad (1935) de Leni Riefenstahl por lo que éste “se consideró un éxito extraordinario de propaganda e hizo que mucha gente se adhiriera a la causa de Hitler.” (Barnouw, 2005, p.95). Se muestra la adherencia de un pueblo a una idea, un miedo común como supuesta forma de salvación de la patria. Pero en las imágenes podemos notar una distinción entre las victimas aceptadas por el régimen, apoyadas por figuras del espectáculo colombiano como Juanes o Shakira y las víctimas innobles, aquellas que por fuera de las normas no escritas del estado de excepción trasiegan solos el camino para encontrar la verdad y la justicia. Mientras los primeros reciben su legitimidad desde el espectáculo, los segundos serán apoyados por intelectuales como Noam Chomskyy Adolfo Pérez Esquivel, quedarán para el tribunal de la historia como aquellos que hicieron frente a un régimen genocida.

Con una voz en off el realizador va explicando el devenir de imágenes, que de alguna manera los primeros receptores del documental ya conocen. El material de archivo ha tenido amplia difusión en noticieros, audiovisuales oficiales y páginas de internet. Por esto, el documental es fragmentario, porque responde a diversas miradas de la realidad, a diferentes interpretaciones e intereses. En este sentido, la voz en off más que llevar al espectador por el laberinto de informaciones, reclama autoridad, moral e interpretativa, esa voz de alguna manera alecciona, abre los ojos, previene y da conclusiones. “En las producciones con voz en off se identificaban algunos narradores, pero en la mayor parte de los casos se trataban de voces abstractas. Algunas eran serenas, pero la mas de las veces, resonantes y llenas de autoridad” (Barnouw, 2005, p.119).

Es así, cómo en el cuerpo del documental se desvelan las intenciones de los centros del poder nacional e internacional por mantener un estado total de guerra, establecer consensos en torno a las víctimas, decidir la justeza de los actos y el marco de un conflicto que aunque degradado, se muestra como parte de un contexto más amplio de guerra contra el terrorismo. Las imágenes transitan unas detrás de otras y son tan evidentes ahora que incluso, hieren la sensibilidad política y moral de quien lo observa. El cadáver que al principio era objeto simbólico del poder del Estado sobre los ciudadanos, ahora desaparece. No hay sepultura y por lo tanto el relato cierra su círculo. El conflicto colombiano es solo un gran composte de cadáveres sin sepultura que recuerdan que la hegemonía de quienes detentan el poder solo es posible sobre estos, sobre el miedo y el olvido.




3. Bienvenidos al desierto de lo real.

El autor esloveno Slavoj Zizek siguiendo atentamente la mediatización de que fueron objeto los atentados del 11 de septiembre de 2001, llama la atención sobre nuestras representaciones de lo verdadero, lo justo y lo verosímil. (Zizek, 2005). Una pantalla global que incluso, va más allá de los medios de información masiva, es capaz de construir nuevas verdades, sepultar discursos o imponer imágenes de la realidad. A esto lo llama Foucault (2008) régimen de verdad y está emparentado con la manera en que el poder es capaz de producir discursos:

“Admitir más bien que el poder produce saber…que poder y saber se implican directamente el uno al otro; que no existe relación de poder sin constitución correlativa de un  campo de saber, ni de saber que no suponga y no constituya al mismo tiempo unas relaciones de poder”. (p. 34)

De esta manera el tránsito de ideas está más allá del campo de la cultura y entra a la esfera de lo político, entendido esto último como la respuesta al dilema Hobbesiano: ¿cómo controlar a la multitud?

Concusiones.

Los documentales Cuerpos Fragiles, (2010), y Apuntando Al Corazón (2013) dan cuenta de esa creación de discursos a través de un reticulado sistema comunicativo que en últimas, genera un estado de excepción permanente y la percepción de un estado de guerra extendiéndose infinitamente en el tiempo. El documentalista ha entrado en diálogo con las imágenes, los imaginarios pero sobre todo con la realidad. Ya sea, con una cuidadosa selección de noticias o con una voz en off sobre un fondo animado, se han dedicado a mostrar, a señalar y a enseñar, en el más amplio sentido de la palabra, que la imagen es equivoca en cuanto encierra muchos significados y  variadas interpretaciones.

En este sentido, asumen una posición ética y política a contracorriente del discurso dominante poniendo una gran responsabilidad al documentalista como voz de su tiempo y que debe responder a un reto tan viejo como la historia de las imágenes en movimiento: “Reinaba la paz…, aunque con muchas incertidumbres. En el mundo donde se amontonaban las ruinas, los documentalistas percibían desafíos, solo que no podían decir cuál sería su papel” (Barnouw, 2005, p. 163).

Bibliografía

Agamben, G. (2010). Homo Sacer. Valencia: Editorial Pre-Textos.

Barnouw, E. (2005). El documental, historia y estilo. Barcelona: Editorial Gedisa.

Bernal, C. (1991). La violencia no lo explica todo. Kinestoskopio, 95.

Casas, Q. ( 2008). Clint Eastwood, avatares del último cineasta clásico . Madrid: Ediciones Jaguar.

Foulcault, M. (2008). Vigilar y Castigar. México: Siglo Veintiuno Editores.

Urrego, M. Á. (2002). Intelectuales, Estado y Nación en Colombia. Bogotá: Siglo del hombre editores.

Vega, R. (2010). Crisis y contraofensiva imperialista de los estados unidos en America Latina. CEPA, 69.

Zizek, S. (2005). Bienvenidos al desierto de lo real. Madrid : Editorial Akal.

Filmografía.

Campo, O. (director). (2010). Cuerpos Frágiles [Documental]. Colombia: Universidad Del Valle.


Federico, B. y Gordillo, C. (directores). (2013). Apuntando Al Corazón [Documental]. Colombia: La danza inmóvil producciones audiovisuales.

https://www.youtube.com/watch?v=LbuXjhEDUYY

https://vimeo.com/97733090

jueves, 5 de enero de 2017

OUTRAGE BEYOND. (Crítica)



Para mí, la comedia y la violencia tiene muchas cosas en común. Así como se espera, 
la comedia siempre se esconde detrás de la más inesperada de las circunstancias.


Título original: Autoreiji  Biyondo.
Año: 2012.
País: Japón.
Dirección: Takeshi Kitano
Guión: Takeshi Kitano.
Fotografía: Katsumi Yanagijma.
Música: Keiichi Suzuki.
Reparto: Beat Takeshi (Takeshi Kitano), Toshiyuki Nishida, Tomokazu Miura, Ryo Kase, Hideo Nakano, Yutaka Matsushige, Fumiyo Kohinata, Katsunori Takahashi, Kenta Kiritani, Hirofumi Arai, Sansei Shiomi, Akira Nakao, Shigeru Koyama
Productora: Bandai Visual Company / Office Kitano / Tokyo FM Broadcasting Co.
Género: Yakuza-eiga.

Sinopsis: Otomo sale de la cárcel dispuesto a derrocar al clan Sanno, que lo dio por muerto años atrás. A esta venganza personal se suma una guerra entre familias rivales y, también, la ofensiva de las fuerzas de la ley contra el crimen organizado. 

Si Outrage es una película consagrada a la traición su segunda parte explora hasta las últimas consecuencias el tema de la venganza. Otomo, su protagonista,  se revelará en la cinta bien avanzado el metraje y se muestra como un hombre que habiendo salido de prisión solo quiere llevar una vida tranquila.  Todo su clan ha sido devastado, su señor asesinado, su honor perdido: es un Ronin, un Samurai sin Shogún. Su única esperanza para sobrevivir es unirse a su antiguo enemigo quien intentó asesinarlo en la cárcel.


Si bien en las dos entregas de la cinta Kitano muestra un lado más glamoroso de la mafia japonesa, lo cierto es que ofrece un panorama desolador del mundo político y económico en general. Los tentáculos del crimen organizado han corrompido todos los estamentos de la vida y en especial al Estado. La primera escena nos muestra un automóvil siendo sacado del fondo de un rio, un policía ha sido asesinado, y posteriormente será el secretario privado del primer ministro. En cinco años los clanes han alcanzado un inmenso poder, pero ha sido conjugando el modelo criminal con efectivas tecnicas de mercadeo.

Ya no importa si mueres por el Clan, solo si produces dinero

Los miembros más antiguos se encuentran desconcertados, su vida ha sido trazada por el honor, los pactos de Sake y una vida comunitaria que daba seguridad a una época siempre cambiante.

Los nuevos jefes son contadores, hombres frios que buscan solamente el beneficio y escalar en el poder, filtrar y con el tiempo hacerse legítimos. Otomo, Igual que Aniki en Brother (2.000), es una figura anticuada, atemporal que recuerda los valores de una sociedad ya desaparecida y por esto mismo debe morir. Este viejo yakuza refleja una generación llamada a ser leyenda. Su rostro refleja las viejas matanzas entre clanes rivales, su mano derecha ha perdido un dedo por honor. Por esto ha decidido partir, Tokio ya no es su ciudad.

El detonante que pone en movimiento otra vez la historia es la tortura y muerte de los dos jóvenes yakuzas que en buena parte del metraje lo han protegido y ahora constituyen su familia. Su venganza contra los antiguos jefes ahora es un imperativo y comienza con una larga escena donde una pelota de béisbol se convierte en un arma para consumar su vuelta al camino de la violencia.


Si bien el estilo del director se mantiene fiel a sí mismo hasta la última escena, Outrage Beyon nos trae sorpresas y giros. Planos secuencia más depurados, conversaciones mínimas precedidas de largos silencios y que dan paso estallidos de violencia. El personaje de Ishihara , un policía aparentemente corrupto, pero cuyo único interés será destruir a los clanes desde dentro con una sangrienta guerra. El final no puede ser más paradójico, el antiguo yakuza no se inmola como sacrificio al mundo que se ha ido, cede a la Hybris y asesina al policía que lo manipulaba, pero que en realidad  sirvió como instrumento para su venganza.

Takeshi Kitano ha logrado crear un universo en torno a su propia figura, algo solo comparable con Woody Allen o Nani Moretti, con un estilo a contra corriente de los grandes maestros del cine nipón y del Mainstream norteamericano. Minimalista en el uso de la cámara y los diálogos, sus planos vacíos y largos silencios encierran un cine trascendente y realista a la vez, violento y profundamente delicado, el crisantemo y la espada.
                                    
 Álvaro Lozano Gutiérrez.

OUTRAGE (Crítica)

Para mí, la comedia y la violencia tiene muchas cosas en común. Así como se espera,
 la comedia siempre se esconde detrás de la más inesperada de las circunstancias.

Título original: Autoreiji,
Año: 2010.
País: Japón.
Dirección: Takeshi Kitano
Guión: Takeshi Kitano.
Fotografía: Hitoshi Takaya. Musica:Keiichi Suzuki.
Reparto: Beat Takeshi (Takeshi Kitano), Tomokazu Miura, Kippei Shiina, Ryo Kase, Soichiro Kitamura, Renji Ishibashi, Jun Kunimura.
Productora: Warner Bros. Pictures.
Género: Yakuza-eiga.
Sinopsis: Varios clanes yakuza se enfrentan en una lucha implacable por alcanzar el poder y la protección del Padrino. Durante muchos años, Otomo ha visto cómo progresaban sus colegas: de los tatuajes elaborados y las falanges seccionadas han pasado a las altas finanzas. Dentro de un mundo donde reinan la corrupción, la traición y la venganza, sus esfuerzos por llegar a la cima, o al menos sobrevivir, no tienen fin porque en ese mundo no existen los héroes.

En Outrage el director japonés Takeshi Kitano incursiona de nuevo en el Yakuza-Eiga o cine de yakuzas. Desde los inicios de su carrera el tema del crimen organizado y sus tentáculos de poder ha sido expuesto de manera diferente en cada incursión revelando una mirada singular y en cierta medida paradójica.  En Violent Cop (1989) el inspector azuma enfrenta a la banda de Nito, peligroso delincuente con  aires de empresario, terminando de manera desoladora cuando su compañero decide entrar a la red de corrupción que azota el bajo mundo de Tokio. En Boiling Point (1990) dos amigos están en conflicto con la mafia local entrando en contacto con un decadente delincuente en Okinawa y culminando en el suicidio ante la imposibilidad de la justicia. Sonatina (1993) y Hana Bi (1997) muestran cómo ante el poder casi absoluto de estos señores del crimen solo queda el sacrificio y la entrega de la propia vida. Finalmente el verano de Kikujiro (1999) explora desde la inocencia de un niño el mundo de un gánster ya en su etapa de decadencia. Una sola línea une estas películas: crimen de poca monta, un universo  alejado del glamour retratado por el mainstream norteamericano. Si el cine de Yakuzas es la prolongación del Shambara o cine Samurái lo será desde la mirada de quien entiende que la normalización de la violencia huye del héroe.

Outrage hace una apuesta más arriesgada, muestra como la corrupción y los hilos del poder llegan hasta los estamentos más altos de la sociedad.

Si en sus películas anteriores la disputa se reducía al territorio del barrio, a la esquina o al negocio fachada,  en esta ocasión  la corrupción llega al gobierno y a las emblemáticas super industrias japonesas.

Desde el primer plano secuencia vemos una notable diferencia con el cine anterior de Kitano: lujosos automóviles, guarda espaldas dispuestos en una posición ceremonial, trajes hechos a la medida y sobre todo un cambio conceptual en las relaciones. Los Oyabun o jefes de familia ahora serán llamados Presidentes y sus tácticas, aunque ilegales, se acercan más al mundo de los negocios.

El estilo de Kitano se depura para presentar esta nueva visión sobre el mundo del crimen. Largos planos secuencia, momentos de silencio donde los personajes miran hacia el vacío, explosiones de violencia y raccors fuera de tiempo y espacio, lo cual en el llamado modo paramétrico de montaje configura una narrativa donde aparentemente causa-suceso no tienen una conexión lógica, pero en últimas establecen un mundo donde el honor está por encima de todo. Si bien Beat Takeshi  en un principio fue comparado con el magistral director norteamericano Quentin Tarantino sus violencias se distancian diametralmente en lo conceptual. Mientras que en Tarantino la violencia está inmersa en lo dialógico, en la palabra, en Kitano esta precedida por el silencio y la inacción. El mundo interior de los personajes  de cierra detrás de rostros inexpresivos y frases enigmáticas. No sabemos prácticamente nada de los protagonistas aunque algo es seguro: asistiremos a su muerte sacrificial.


La desesperanza en un mundo corrupto, donde los juramentos, los lazos de fraternidad y  la amistad han quedado en un segundo plano, da lugar a un sentimiento de empatía con el personaje. Al igual que Erase una vez en América de Sergio Leone asistimos a la tragedia de un personaje nacido fuera de tiempo, de un héroe que es capaz de sacrificar todo por los suyos, y que al final será engullido por un nuevo mundo donde solo importa cuánto dinero puedes generar para tu clan que a la larga abandonó los valores guerreros de Bushido para abrazar el frío mundo del capitalismo y sus símbolos de poder.
                                    
 Álvaro Lozano Gutiérrez