“Japón no ha creado casi nada, ni en música
ni en cine.
Se tiene el sentimiento de
que todo ha sido dado en este país inexistente”
Título original: (3-4x Jugatsu.
Año: 1990
País: Japón.
Dirección: Takeshi Kitano
Guión: Takeshi Kitano.
Fotografía: Katsumi Yanagishima.
Música: Varios.
Reparto: Beat Takeshi (Takeshi Kitano),
Yûrei Yanagi, Yuriko Ishida, Gadarukanaru Taka, Eri Fuse, Masahiko Ono,
Takahito Iguchi, Minoru Iizuka, Makoto Ashikawa.
Productora: Shochiku-Fuji
Company / Bandai Visual Co. Ltd. / Yamada Right Vision Corporation.
Género: Yakuza-eiga.
Sinopsis: Dos miembros de un equipo de
baseball junior se ven mezclados con la yakuza local. Después de que su
entrenador sea herido por ellos, los dos chicos se van a Okinawa para hacerse
con un arma y vengarse. Allí, los dos jóvenes se hacen amigos de un psicótico
yakuza retirado llamado Uehara (Kitano), que tiene una deuda pendiente con la
yakuza.
Delenda est fabula..
Takeshi
Kitano, al igual que otros directores de su generación
como Takeshi Mike, Kiyoshi Kurozawa o Sion Sono, es muy difícil de clasificar
en los rígidos esquemas de la crítica tradicional. Algunos plantean que es el
padre de una novísima Nueva Ola japonesa (nuberu bagú) cuyo punto de partida es
el éxito de Hana-Bi en el festival de Venecia de 1997. Por otro lado la crítica
de habla inglesa lo pone más cerca de fenómenos como el de Quentin Tarantino,
Robert Rodríguez y Park Chan-Wook,
representantes de un estilo tremendista, violento e híper manierista y cuyo
interés es llevar las formas estéticas del séptimo arte a su límite en la pantalla. Por último la academia europea (especialmente la
francesa) lo alinea del lado de los posmodernos, de los deconstructores de la
imagen, quienes a través de la
experimentación y un cine en todo caso imperfecto, desean hacer una crítica al
Modo de Representación Institucional impuesto por Hollywood.
En todo caso el cine de Kitano rompe los
esquemas de la venerable tradición japonesa (Kurozawa, Misoguchi, Ozu), pero
también de lo que la crítica occidental construyó entorno a los imaginarios y
la estética del cine nipón: La contemplación y lo trascendente expresado en un
estilo elegíaco y noble. Desde su primera película Violen Cop (1989), el en
otrora comediante Banzai (variante de nuestros Stand Comedy) muestra un gran
interés por construir un cine propio y una estética que lejos de exaltar la
violencia se convierte en una crítica a las sociedades post industriales, pero
aún arraigadas en las formas más atávicas de lucha por la existencia.
Precisamente Boiling Point (1990) se convierte en un ejercicio de estilo donde
el tema de los Yakuzas tomará dimensiones bien diferentes a sus predecesores.
Las escenas se alejan del gran Tokio que constituye un lugar común en la
cinematografía sobre el país del sol naciente. No es el espacio futurista y sin
esperanza de Blade Runner (Scott, 1982), ni la metrópolis que lucha por
conservar las tradiciones en medio del ruido de una gran urbe inhumana en
continua metamorfosis de Tokio-Ga (Wenders, 1985), tampoco la ciudad
laberíntica cumbre del problema de la incomunicabilidad en Lost in Translation
(Coppola, 2003). La vida de los protagonistas transcurre en los suburbios de
Tokio, en los intersticios entre la gran urbe y el campo. Es una historia de
frontera que expresa el drama del Japón
posterior a las reformas del periodo Meiji. Si bien ha debido adaptarse a grandes saltos a los cánones occidentales
de la producción y el consumo en masa, su pasado guerrero feudal aparece en
formas cada vez más sofisticadas de cultura entre las que se destacan los
Yakuzas.
Esta forma de crimen organizado había sido
retratada en el Yakuza –eiga por el director Kinji Fukasaku. En películas como
Batallas sin honor ni humanidad (1973) o Yakuza no Hakaba : Kuchinashi no Hana,
(1976), el héroe se enfrenta al caos y
la ruina que de alguna manera es impuesta desde afuera, por la bomba de
Hiroshima por ejemplo, y que convierte la lucha por la supervivencia en una
guerra dentro de un violento sistema donde hace tiempo se ha dejado de lado
cualquier código de caballería Samurái, y no se está dispuesto al auto
sacrificio. Kitano por su parte refleja
la decadencia de estos señores de la guerra. Boiling point
comienza, no con una lucha entre grupos rivales o un pueblo azolado por
un cacique local, sino con un juego de beisbol. En este el protagonista revela
su ineptitud, su incapacidad para asumir
una tarea. Será el insulto a un miembro de uno de los clanes lo que desencadene
la trama y nos lleve finalmente hasta Uehara, interpretado por el director
Takeshi kitano. Una venganza aparece en el horizonte y todo desembocará en una
guerra donde los débiles encuentran un aliado en aquel que deviene del mundo de
los yakuza.
Con marcas de autor como planos fuera de
eje, largos silencios, tiempos aparentemente muertos o alusiones al beisbol y
escenas frente al mar, el director logra recrear huellas del proceso de
producción cinematográfico. En este sentido va en contra corriente al Modo de
Representación Institucional, cuya principal preocupación es borrar los rastros
del dispositivo fílmico. Delenda est fabula, parece ser el Leivmotiv de Kitano.
Álvaro Lozano Gutiérrez.
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