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Álvaro Lozano Gutiérrez, nacido en Bogotá d. c. Colombia en 1978. Realizó estudios de filosofía en la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín. Desde el año 2010 hace parte del Colectivo Literario Surgente, Letras informales y el Cine Club Caldo Diojo. Actualmente se desempeña como docente de secundaria. Finalista en el Premio Nacional de Crónica Ciudad Paz (2018). Ganador del concurso de cuento corto latinoamericano (2017) con el relato ‘Esta tierra que habitamos’; y del Concurso Letras Diversas, Revista Goliardica (Medellín, 2001) con la crónica ‘La bohemia’. Finalista del concurso Bogotá en 100 Palabras con el relato "Encuentro". Colaborador habitual del Periódico Periferia Prensa Alternativa y del Taller de Formación Estudiantil Raíces TJER de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas en Bogotá. Publicado en variados medios impresos y digitales en Colombia y América Latina.

martes, 3 de enero de 2017

EL GRAN SILENCIO (Crítica)

“La muerte de un hombre no debe ser un negocio, debe ser un ejemplo.”


Título original: Il grande silenzio.

Año: 1968.

País: Italia

Dirección: Sergio Corbucci.

Guion: Sergio Corbucci, Vittoriano Petrilli, Mario Amendola, Bruno Corbucci .
Fotografía: Silvano Ippoliti.
Música: Ennio Morricone, Bruno Nicolai.
Reparto: Jean-Louis Trintignant, Klaus Kinski, Luigi Pistilli, Marisa Merlini, Frank Wolff, Mario Brega, Raf Baldassarre, Spartaco Coversi, Vonetta McGee.
Productora: Coproducción Italia-Francia.
Sinopsis: En la última década de 1800 (siglo XIX), en la frontera entre México y Estados Unidos,  una gran nevada obliga a los criminales a dejar las montañas donde viven y bajar al valle. De esta situación se aprovechan los cazadores de recompensas sin escrúpulos, que matan por unos pocos dólares. Silencio, un pistolero solitario y mudo, es contratado por Pauline para vengar la muerte de su marido a mano de los matones de Pollicut. A su vez, tratará de oponerse a la matanza que tiene lugar en la zona enfrentándose a Loco (Klaus Kinski), el más sanguinario de los cazadores de recompensas.

Mas allá del bien y del mal...

Si un filme cuestiona el precio de un hombre es “el gran silencio” de Sergio Corbucci (1968). Desde el principio del género western la polaridad entre buenos y malos integró la narrativa de cada una de sus películas: En centauros del desierto de John Ford (1956) el Indio representa la otredad absoluta que incluso puede “contaminar”  el bien que representa el proyecto civilizador del hombre blanco. Rio rojo (1948) film de Howard Hawks encontramos una alianza, especie de comunidad, enfrentándose al enemigo jurado: esta vez serán mexicanos que incluso con la presencia constante del tema “el degüello” recuerdan una lucha épica venida de lejos, de un hecho que inicia una lucha ancestral y atávica: la toma del Alamo por el general Santa Ana.





El western al Italico modo traería historias donde la justicia persigue implacablemente al crimen y la maldad. En “la muerte tenia u  precio” (1965) de Sergio leone dos caza recompensas (Clint Eastwood y Lee Van  Cleef) persiguen a muerte al Indio (Jean Maria Volonté) para dar cuenta de su banda en el poblado mexicano de “agua caliente” creando además uno de los Gaps cómicos más crueles de la historia del cine: al finalizar la película el Manco (Eastwood) recoge los cadáveres en una carreta pero falla al hacer la cuenta de las recompensas, de la nada sale el último hombre de la banda de él Indio (Luigi Pistilli) quien será acribillado inevitablemente. El coronel Mortimer  (Van Cleef) pregunta si hay algún problema, a lo que el Manco responde:



- Ninguno, solo  no me cuadraban las cuentas.


De la misma manera películas como El halcón y la presa (1966) de Sergio Sollima y Sabata, Oro maldito (1969) de Frank Kramer  vemos la figura del caza recompensas ensalzada hasta el límite y contra puesta a la de   los bandidos que una y otra vez caerán bajo las balas de quienes representan la ley y el orden, es decir de quienes matan bajo el amparo de la legalidad. 
Estos junto a filmes como “Yo soy la revolución” de 1966 de Damiano Damiani serán los que cuestionen los verdaderos motivos del protagonista (ganar un “puñado de dólares”) y la presunta maldad de los bandidos. El idealista general de la revolución agrarista muere en manos de un buscavidas “gringo” que al final recibe su merecido de manos de “Chuncho” un bandolero mexicano que ha despertado a la consciencia de clase viendo como es maltratado su pueblo a manos del opresor extranjero.
En el Grande Silencio, Sergio Corbucci reconstruirá totalmente la relación Bien-mal a través de dos personajes emblemáticos: Silencio interpretado por Jean-Louis Trintignant y el tigrero representado magistralmente por kaus Kinski. El primero es un asesino solitario (común en todas las entregas del Spaguetti Western), mientras el segundo es un cruel caza recompensas que se basa en engaños y crueles métodos para cumplir su misión.
Pero mientras personajes como Sabata, Sartana o el Manco representaban de alguna manera la legitimidad moral, Tigrero mostrará la otra cara de la moneda. La vida de un hombre deja de valer cuando tiene un precio, cuando sobre su cuerpo existe una recompensa y es indiferente si se entrega vivo o muerto.  Este hecho es retratado maravillosamente por el comisario, interpretado por el actor Frank Wolff:

- La muerte de un hombre no debe ser un negocio, debe ser un ejemplo.

Durante el metraje de la película, que esta vez se desarrolla en la aridez de la nieve, veremos a una banda de Outlaws, un grupo de fuera de la ley, que esta vez no planean un golpe que los hará súbitamente ricos o realizar el asalto definitivo. No, ellos solo desean sobrevivir para legar a una admitía general concedida por el gobierno Norteamericano. El agreste paisaje y el invierno hace que se acerquen a los pueblos a buscar comida: el enemigo es ahora una banda de hombres famélicos y desesperados, unos verdaderos “condenados de la tierra”.



Con unos paisajes bellamente retratados en planos generales que contrastan con la rudeza y desesperación de los rostros de los protagonistas, la película nos lleva de un lado al otro de la ley.  La corpulencia de Tigrero, peón en definitiva del banquero del pueblo, nos llevará a identificarnos y sentir empatía por la banda de desesperados que son masacrados cruelmente al final. Silencio muere intentando salvar a este grupo, y con él muere la posibilidad de convertir al Oeste norteamericano en una tierra de paz y libertad. El salvaje oeste nunca fue tan salvaje.


Álvaro lozano Gutiérrez.


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