Una de las
características del desarrollo de los estados nación modernos, es que los
intelectuales han jugado un papel determinante en la conformación de las
mentalidades y esto a diferentes
niveles, de tal manera que podríamos decir que los intelectuales son y a la vez
forman la conciencia de una nación.
En el caso
colombiano se puede observar como a través de los llamados procesos de
independencia y en las diferentes etapas de nuestra vida republicana, el cariz
o papel del intelectual ha cambiado “En Colombia pasamos de los abogados, los
gramáticos y los poetas de comienzo del siglo, a los profesores de la república liberal; luego a los científicos sociales –filósofos, politólogos e
historiadores de los setenta, y, finalmente a los economistas de la globalización neoliberal”. (Urrego,
2002, p. 10) Si bien por un lado el
llamado campo intelectual (Bourdieu, 1989, p.86) ha sido cooptado por la élites para legitimar
su discurso y falta de proyecto de Nación, por otro lado las clases subalternas
han encontrado en los llamados “Intelectuales orgánicos” el apoyo a nivel de
ideas para alimentar sus luchas y procesos de resistencia contra la hegemonía
de proyectos económicos y políticos basados en la explotación.
Este ensayo
tratará de dar cuenta de esta relación dialéctica de lo que podríamos identificar como dos academias
paralelas: una al servicio del poder y otra construidas desde las clases
populares.
11. Procesos de independencia.
Las condiciones
materiales y el desarrollo de las fuerzas productivas de la América en tiempos
de la independencia, dieron origen a dos clases criollas bien definidas, que
serían la génesis de dos acercamientos con la función del saber.
Por un lado la
clase criolla terrateniente tenía vínculos bien estrechos con España y sus
ideales del caballero y el Hidalgo. (Romero, 2010, p. 65) La función de órdenes
como los Dominicos, los franciscanos y los jesuitas, con sus colegios como el
san Bartolomé y posteriores claustros mayores como El Rosario era conservar en
la línea más conservadora a aquellos que detentaron el poder real en los
virreinatos poseyendo la tierra productiva y gran cantidad de mano de obra
esclava. Su pensamiento era heredero de la escolástica del concilio de Trento,
y culturalmente se aferraban a las costumbres hispánicas del derroche, el lujo
y el alejamiento absoluto de las clases
subalternas.
Por otro lado
una clase social emergente, los comerciantes, hacían su aparición en ciudades
centrales como México, Lima o la Santa fe de Bogotá. Estos hombres bebieron
directamente de las fuentes de la revolución francesa: Rousseau, Montesquieu,
Voltaire, Danton, entre otros tantos que proclamaron ideas de libertad,
igualdad y fraternidad entre los hombres. A su vez su ideal intelectual estaba
bien lejos de los claustros medievales que constituían los centros del saber en
nuestra América. José Celestino Mutis emprende la expedición botánica al no
poder exponer la teorías heliocéntricas y Antonio Nariño con sus gacetas y la
publicación de los derechos del hombres demostrará que el lugar de los
intelectuales es la calle junto a los desposeídos y condenados d la tierra, y
con el tiempo en la cárcel y el cadalso refrendando con su sangre la lealtad al
pueblo.
Bien sabido es
que los gritos de independencia desde el de
dolores Hidalgo en México, pasando por la revuelta de la plaza de Santa
fe (20 de julio) hasta las revueltas por los impuestos (los comuneros) en el
sur del virreinato, son resultado de una paciente labor de intelectuales que
responden a la definición Gramciana: : “todo grupo social que surge la base
original de una función esencial en el mundo de la producción económica
establece junto a él, orgánicamente, uno o más tipos de intelectuales que le dan
homogeneidad, no solo en el campo económico, sino también, en lo social y en lo
político” (Gramci, 1967 p, 21) son intelectuales que responden a otros
intereses de clase diferentes de la raíz dominante que impone una cultura
hegemónica y un pensamiento único, por esto pueden y se comprometen con la
transformación de su realidad junto con las clases sociales subalternas: son
intelectuales orgánicos.
Infortunadamente
serán las familias terratenientes quienes puedan financiar ejércitos
libertadores, que a la larga serán quienes materialicen la independencia.
Figuras como la de Santander y su búsqueda del Bethamismo (Rodríguez, 2000, p.
109) como filosofía oficial, muestran mezquinos intereses de clase que se
imponen sobre un proyecto político continental: el de la Gran Colombia de
Bolívar; Logran materializar regímenes de hacienda idénticos a los de los
tiempos coloniales o en otras palabras: hubo una revolución para que todo
siguiera igual.
2. Regeneración y republica
conservadora.
El proceso de
construcción de la mayoría de las jóvenes
naciones americanas pasará por el crisol de la guerra. La guerra de
secesión norteamericana llevará a los sectores más proclives al capitalismo
industrial depredador a hacerse con el poder, mientras que del rio Bravo hacia
abajo los sectores más retardatarios imponen patrias fragmentadas, feudos
familiares, donde las buenas costumbres, la fe y la gramática marcaron el rumbo
intelectual por casi medio siglo.
La construcción
de la Iglesia del voto nacional (1899) junto al firma de concordato con la
Iglesia católica (1985) y la creación de la academia colombiana de historia
(1902), se encargaran de imponer un discurso de paz de los vencedores y
construir un relato nacional basado en un pasado heroico donde egregios padres de
la patria inauguraban el tiempo genésico a la manera de patriarcas bíblicos.
Durante esta
etapa se crea la figura del intelectual bogotano, un hombre universal que ha
construido una utopía en los Andes: La Atenas suramericana. El tipo que se
impone sobre todo el gramático (Rufino José Cuervo y Manuel Antonio Caro) y el
poeta, donde ninguno se destaca realmente pero vale la pena mencionar que la
mayoría fueron presidentes y que aún hoy como en casos de Belisario Betancourt
se presentan como los más altos cultores de la lengua.
En medio de este
estado de cosas serán intelectuales como José María Vargas Vila quienes desde
el exilio levantarán su voz contra una oligarquía agraria, conservadora y
atrasada que impone un régimen de camándulas y botas militares al imberbe
pueblo colombiano. El intelectual habla por quienes ni siquiera tienen acceso a
la cultura y pone las ideas más sublimes en boca de los desclasados:” Vargas
Vila pone en novelas como Ibis (1900) a las muchachas del servicio y los
emboladores a hablar de Federico Nietzsche y el eterno retorno”. (Arenas, 1986,
p. 68)
3. Gente muy rebelde.
Como lo ha
mostrado la obra de Renán vega Cantor el nacimiento del capitalismo en Colombia
se enfrenta a las problemáticas propias de una nación atrasada para la cual los
feudos familiares latifundistas constituían una forma aun valida de acumulación
de riqueza y poder.
Así es como
hacia las tres primeras décadas del siglo XX el proyecto capitalista se impone
en nuestro país a través del modelo de enclave (compañías como la TROCCO y la
UNITED FRUIT COMPANY) y una incipiente industria traída por extranjeros como
Eder Phanor y Leo Kopp. La
transformación de las condiciones sociales y materiales de las ciudades y
pueblos de Colombia darán origen a una primera oleada de trabajadores y
proletarios asalariados que servirán de base para el desarrollo industrial
endógeno.
Pero en medio de
un naciente discurso para el trabajo (el caso de los colegios salesianos son
paradigmáticos), donde se imponen
valores como la laboriosidad, la disciplina y el aprendizaje técnico, aparece
una generación de intelectuales llamados
a marcar la vida nacional desde las clases subalternas.
Raúl Eduardo
Mahecha y Tomas Uribe Márquez: Uno tipógrafo y rebelde, el otro organizador y
concientizador de los trabajadores del petróleo, enfrentaron la oprobiosa
economía de enclave impuesta el Barrancabermeja por las petroleras o en la
costa atlántica por las bananeras.
María cano,
quien luchará de manera incansable por los derechos de los trabajadores, sobre
todo de la mujer quien ahora era explotada en una nueva economía donde ni era
sujeto ni era persona. Organizando a la clase obrera a lo largo y ancho del
país en torno a reivindicaciones sociales.
Manuel Quintin
Lame, indígena Nasa, autodidacta, quien defenderá el derecho ancestral a la
tierra de su pueblo, y la autodeterminación sobre los territorios que
paradójicamente respetó la corona española, pero no los terratenientes de Popayán una vez se
alcanza la independencia.
En esta etapa
que se extenderá hasta el periodo de la violencia, encontramos un discurso
oficial conservadurista, religioso, patriarcal y racista con un profundo
desprecio por los valores de las clases populares y legitimado por academias,
colegios y universidades y, por otra parte Intelectuales de nuevo cuño, la
mayoría de ellos autodidactas con poca o ninguna vinculación con el campo
intelectual dominante. Hombres y mujeres que se formaron bajo la lectura atenta
de los textos proscritos por el Codex de la iglesia católica: Bakunin,
Rousseau, Marx, Lenin, Bujarin, Rosa Luxemburgo. Quienes lograron como pocos en
nuestra historia “dejar de contemplar la realidad para comenzar a
transformarla”
4. Los años de la insurgencia
universitaria.
Hechos como que
Colombia presentará una gran migración hacia las ciudades centrales como
Bogotá, Medellín. Cali, Barranquilla lo que produce mayores posibilidades de
acceso a la educación; pero también otros como la revolución cubana (1959), las
luchas independentistas en Argelia, Vietnam, África central, la emergencia de
centros universitarios críticos en la cansada Europa como la Normal superior de
Paris y el centro de investigaciones sociales en Frankfurt, hará surgir un
nuevo tipo de intelectual así como un nuevo actor social en Colombia: El
universitario.
Figuras como las
de Camilo Torres Restrepo y Orlando Fals Borda conmocionaron un país donde los
intelectuales se alineaban tradicionalmente al lado del poder, donde los
representantes de la academia desconocían los problemas de nuestra gente. Si
algo destaco a estos dos hombres fue su recorrido lucido por nuestras regiones,
su hablar descomplicado con las gentes sencillas que construían lo que llamó
Jorge Eliecer Gaita: el país nacional, un país de verdad que se debatía en
medio de la violencia estatal-social, que después degenerarían en una nueva etapa de conflicto: la
insurgencia guerrillera.
Camilo Torres,
convoca un grupo de estudiosos de la realidad bajo la consigna “La unión por encima de nuestras
divergencias, partidistas o ideológicas, el prescindir de los factores que nos
separan para central la atención en lo que tenemos en común” (Campos, 1989, p.
84) su
misión será utilizar los recursos intelectuales provenientes de una
nueva visón de la ciencias sociales, menos reformistas y más revolucionarias,
para proponer una nueva alternativa al pueblo colombiano por encima de las
políticas del bipartidismo en el poder ahora más cerrado por el frente nacional.
Este trabajo será continuación del realizado en la Universidad Nacional de
Colombia como decano de Sociología, donde forma y promueve el conocimiento de
la realidad en el movimiento universitario.
En su plataforma del Frente unido se dirige primero a las clases subalternas “A
todos los colombianos, a la clase popular, a la clase media, a las
organizaciones de acción comunal, a los sindicatos, cooperativas, mutualidades.
Ligas campesinas y organizaciones obreras, indígenas, a todos los inconformes,
hombres y mujeres, a la juventud, a todos los no alineados en los partidos
políticos tradicionales, a los nuevos partidos, presentamos la siguiente
plataforma para unificar en objetivos concretos a la clase popular colombiana.”
(Campos, 1989, p. 98) poniendo de
manifiesto que “Actualmente las decisiones necesarias para que la política
colombiana se oriente en beneficio de las mayorías y no de las minorías, tiene
que partir de los que detentan el poder.” (Campos, 1989, p. 99) y que es necesario organizarse como clase
social: campesina, proletaria, revolucionaria. Para llegar a los cambio que el
país necesita.
Orlando Fals
Borda desde su propuesta sociológica, que después se convertirá en el
socialismo raizal, logra develar el carácter del pueblo colombiano, más allá de
construcciones ficticias impuestas por la burguesía en el poder. En este
sentido en textos como “Historia doble de la costa” pone de manifiesto que
existe una gran distancia entre las clases dominante pretendidamente blancas
pro hispanicas, y las clases sociales subalternas que desarrollan una cultura
al margen y escriben su propia historia. Crea el concepto de antielite “este
concepto como es evidente, es un concepto telético en cuento se encamina a
explicar la destrucción o el cambio del orden social. Y denominó subversión a
la acción social de la antielite.” (Rojas, 2013, p.23) Donde pone implícita la
necesidad de subvertir el orden establecido y de una revolución en las
estructuras económicas, políticas y culturales en el país.
Durante esta
etapa que se extenderá a hasta comienzos de la década de los noventa, la elite
recicla intelectuales como German Arciniegas con un discurso hispanista, de
rancio abolengo racista. Se construye una visión de la historia nacional sobre
un pasado heroico y en franca dialéctica con una pretendida conspiración
bolchevique internacional. El intelectual colombiano deber ser la imagen del
caballero católico (Kempis) fino en sus maneras, (Carreño), orgulloso de su pasado heroico
(Henao y Arrubla) y bien hablante de la lengua (caro y cuervo).
Intelectuales
como Diego Montaña Cuellar, Camilo Torres; Orlando Fals Borda, Julio Enrique
Blanco, entre otros, representaron la resistencia frente al poder y, en los
tres primeros casos, una incansable fe en el futuro del socialismo, que hoy día
se hace realidad en nuestra América en casos como Venezuela, Ecuador y Bolivia,
y que ya demora en transformar a nuestra Colombia.
5. Fin de la historia…pero no de
la lucha.
La década de los
noventa del siglo XX está marcada por el desplome del llamado socialismo real,
la caída del muro de Berlín, la desintegración de la URSS, el giro de los
países socialistas al capitalismo y la imposición del pensamiento único. Con
libros como: la condición Postmoderna de Lyotard o el fin de la historia de
Fukuyama, la derecha internacional construyo las bases del nuevo campo
intelectual. La Vulgata Planetaria (Vega, 2002, p. 17) se instaura dentro de
las ciencias sociales como la supuesta muerte de los discursos críticos.
Muchos
intelectuales a nivel mundial giran definitivamente hacia la derecha y se
convierte en escribientes del nuevo orden mundial donde ya no hay guerra sino
lucha contra el terrorismo, y las luchas de los condenados de la tierra llegan
a su límite chocando con la mano invisible del mercado. Colombia no será la
excepción, la universidad se llena de nuevos “intelectuales” ya no humanistas,
historiadores, filósofos y sociólogos; sino de tecnócratas, economistas
(Urrego, 2002, p. 208) y periodistas
tratando de vender sus recetas para un país llamado a un futuro incierto.
La apertura
económica de Gaviria de mano de los “Chicago Boys” pondrá de moda una nueva
jerga dentro de los estudios sociales: Gobernabilidad, Coalición de clases,
acción comunicativa, organización no gubernamental. El sueño revolucionario se
cambia por la pesadilla del mercado. Pero será durante la “política de
seguridad democrática” del Álvaro Uribe Vélez cuando los intelectuales en masa
se plieguen al poder sobre tesis como “en Colombia no hay conflicto” o la
necesidad de derrocar un pensamiento que según “analistas” como Alfredo Rangel
o Eduardo Pizarro, son la causa verdadera de la emergencia de la guerrilla en
Colombia.
Por otro lado
comienza la persecución contra líderes sociales, ellos intelectuales orgánicos
al servicio de las causas de los campesinos, obreros, estudiantes, victimas del
terrorismo de estado y paramilitar: Alfredo Correa de Andreis. Miguel Ángel
Beltrán Liliani Obando, Javier Díaz, Patricia Sanabria, Carlos Medina Gallego,
Renán Vega Cantor; pagaran con su libertad y algunas veces con sus vidas su
lealtad al pensamiento crítico y su
oposición a las formas de pensamiento único que campean impunemente por la
academia. La característica principal de
estos será el compromiso inquebrantable con el saber, la negación a los
discursos de moda, pero también actuando al margen o paralelamente con la
academia, la construcción de nuevos espacios para la verdad, para la
militancia, para el pensamiento crítico.
Hoy día entre el
ruido del post conflicto se avizora un conflicto viejo, soterrado y oculto por
los medios y la academia: el conflicto social. Es tarea de los intelectuales el
no dejar que “la paz” como discurso movilizador de sensibilidades frene la
protesta social, el llamado a las conquistas de la clase trabajadora y, por qué
no, el giro de Colombia hacia el socialismo del siglo XXI, porque bien entiende
quien escribe estas palabras que y
parafraseando la frase de Foucault con respecto a Deleuze “el siglo XXI será
marxista o no será”
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