Datos personales

Mi foto
Álvaro Lozano Gutiérrez, nacido en Bogotá d. c. Colombia en 1978. Realizó estudios de filosofía en la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín. Desde el año 2010 hace parte del Colectivo Literario Surgente, Letras informales y el Cine Club Caldo Diojo. Actualmente se desempeña como docente de secundaria. Finalista en el Premio Nacional de Crónica Ciudad Paz (2018). Ganador del concurso de cuento corto latinoamericano (2017) con el relato ‘Esta tierra que habitamos’; y del Concurso Letras Diversas, Revista Goliardica (Medellín, 2001) con la crónica ‘La bohemia’. Finalista del concurso Bogotá en 100 Palabras con el relato "Encuentro". Colaborador habitual del Periódico Periferia Prensa Alternativa y del Taller de Formación Estudiantil Raíces TJER de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas en Bogotá. Publicado en variados medios impresos y digitales en Colombia y América Latina.

lunes, 6 de febrero de 2017

INTELECTUALES Y PROYECTO DE NACIÓN EN COLOMBIA. (Articulo)




* Texto presentado en el seminario "Gramsci y la educación". (2015) Taller de Jormación Estudiantil (TJER) Universidad Francisco José de Caldas.

Una de las características del desarrollo de los estados nación modernos, es que los intelectuales han jugado un papel determinante en la conformación de las mentalidades y esto  a diferentes niveles, de tal manera que podríamos decir que los intelectuales son y a la vez forman la conciencia de una nación.

En el caso colombiano se puede observar como a través de los llamados procesos de independencia y en las diferentes etapas de nuestra vida republicana, el cariz o papel del intelectual ha cambiado “En Colombia pasamos de los abogados, los gramáticos y los poetas de comienzo del siglo, a los profesores de la república liberal; luego a los científicos sociales –filósofos, politólogos e historiadores de los setenta, y, finalmente a los economistas  de la globalización neoliberal”. (Urrego, 2002, p. 10)  Si bien por un lado el llamado campo intelectual (Bourdieu, 1989, p.86)  ha sido cooptado por la élites para legitimar su discurso y falta de proyecto de Nación, por otro lado las clases subalternas han encontrado en los llamados “Intelectuales orgánicos” el apoyo a nivel de ideas para alimentar sus luchas y procesos de resistencia contra la hegemonía de proyectos económicos y políticos basados en la explotación.

Este ensayo tratará de dar cuenta de esta relación dialéctica de lo que  podríamos identificar como dos academias paralelas: una al servicio del poder y otra construidas desde las clases populares.




11. Procesos de independencia.

Las condiciones materiales y el desarrollo de las fuerzas productivas de la América en tiempos de la independencia, dieron origen a dos clases criollas bien definidas, que serían la génesis de dos acercamientos con la función del saber.

Por un lado la clase criolla terrateniente tenía vínculos bien estrechos con España y sus ideales del caballero y el Hidalgo. (Romero, 2010, p. 65) La función de órdenes como los Dominicos, los franciscanos y los jesuitas, con sus colegios como el san Bartolomé y posteriores claustros mayores como El Rosario era conservar en la línea más conservadora a aquellos que detentaron el poder real en los virreinatos poseyendo la tierra productiva y gran cantidad de mano de obra esclava. Su pensamiento era heredero de la escolástica del concilio de Trento, y culturalmente se aferraban a las costumbres hispánicas del derroche, el lujo y el alejamiento  absoluto de las clases subalternas.

Por otro lado una clase social emergente, los comerciantes, hacían su aparición en ciudades centrales como México, Lima o la Santa fe de Bogotá. Estos hombres bebieron directamente de las fuentes de la revolución francesa: Rousseau, Montesquieu, Voltaire, Danton, entre otros tantos que proclamaron ideas de libertad, igualdad y fraternidad entre los hombres. A su vez su ideal intelectual estaba bien lejos de los claustros medievales que constituían los centros del saber en nuestra América. José Celestino Mutis emprende la expedición botánica al no poder exponer la teorías heliocéntricas y Antonio Nariño con sus gacetas y la publicación de los derechos del hombres demostrará que el lugar de los intelectuales es la calle junto a los desposeídos y condenados d la tierra, y con el tiempo en la cárcel y el cadalso refrendando con su sangre la lealtad al pueblo.

Bien sabido es que los gritos de independencia desde el de  dolores Hidalgo en México, pasando por la revuelta de la plaza de Santa fe (20 de julio) hasta las revueltas por los impuestos (los comuneros) en el sur del virreinato, son resultado de una paciente labor de intelectuales que responden a la definición Gramciana: : “todo grupo social que surge la base original de una función esencial en el mundo de la producción económica establece junto a él, orgánicamente, uno o más tipos de intelectuales que le dan homogeneidad, no solo en el campo económico, sino también, en lo social y en lo político” (Gramci, 1967 p, 21) son intelectuales que responden a otros intereses de clase diferentes de la raíz dominante que impone una cultura hegemónica y un pensamiento único, por esto pueden y se comprometen con la transformación de su realidad junto con las clases sociales subalternas: son intelectuales orgánicos.

Infortunadamente serán las familias terratenientes quienes puedan financiar ejércitos libertadores, que a la larga serán quienes materialicen la independencia. Figuras como la de Santander y su búsqueda del Bethamismo (Rodríguez, 2000, p. 109) como filosofía oficial, muestran mezquinos intereses de clase que se imponen sobre un proyecto político continental: el de la Gran Colombia de Bolívar; Logran materializar regímenes de hacienda idénticos a los de los tiempos coloniales o en otras palabras: hubo una revolución para que todo siguiera igual.


 2. Regeneración y republica conservadora.

El proceso de construcción de la mayoría de las jóvenes  naciones americanas pasará por el crisol de la guerra. La guerra de secesión norteamericana llevará a los sectores más proclives al capitalismo industrial depredador a hacerse con el poder, mientras que del rio Bravo hacia abajo los sectores más retardatarios imponen patrias fragmentadas, feudos familiares, donde las buenas costumbres, la fe y la gramática marcaron el rumbo intelectual por casi medio siglo.
La construcción de la Iglesia del voto nacional (1899) junto al firma de concordato con la Iglesia católica (1985) y la creación de la academia colombiana de historia (1902), se encargaran de imponer un discurso de paz de los vencedores y construir un relato nacional basado en un pasado heroico donde egregios padres de la patria inauguraban el tiempo genésico a la manera de patriarcas bíblicos.

Durante esta etapa se crea la figura del intelectual bogotano, un hombre universal que ha construido una utopía en los Andes: La Atenas suramericana. El tipo que se impone sobre todo el gramático (Rufino José Cuervo y Manuel Antonio Caro) y el poeta, donde ninguno se destaca realmente pero vale la pena mencionar que la mayoría fueron presidentes y que aún hoy como en casos de Belisario Betancourt se presentan como los más altos cultores de la lengua.

En medio de este estado de cosas serán intelectuales como José María Vargas Vila quienes desde el exilio levantarán su voz contra una oligarquía agraria, conservadora y atrasada que impone un régimen de camándulas y botas militares al imberbe pueblo colombiano. El intelectual habla por quienes ni siquiera tienen acceso a la cultura y pone las ideas más sublimes en boca de los desclasados:” Vargas Vila pone en novelas como Ibis (1900) a las muchachas del servicio y los emboladores a hablar de Federico Nietzsche y el eterno retorno”. (Arenas, 1986, p. 68)

  


  
  3. Gente muy rebelde.

Como lo ha mostrado la obra de Renán vega Cantor el nacimiento del capitalismo en Colombia se enfrenta a las problemáticas propias de una nación atrasada para la cual los feudos familiares latifundistas constituían una forma aun valida de acumulación de riqueza y poder.
Así es como hacia las tres primeras décadas del siglo XX el proyecto capitalista se impone en nuestro país a través del modelo de enclave (compañías como la TROCCO y la UNITED FRUIT COMPANY) y una incipiente industria traída por extranjeros como Eder Phanor y Leo Kopp.  La transformación de las condiciones sociales y materiales de las ciudades y pueblos de Colombia darán origen a una primera oleada de trabajadores y proletarios asalariados que servirán de base para el desarrollo industrial endógeno.

Pero en medio de un naciente discurso para el trabajo (el caso de los colegios salesianos son paradigmáticos), donde se  imponen valores como la laboriosidad, la disciplina y el aprendizaje técnico, aparece una generación de intelectuales llamados  a marcar la vida nacional desde las clases subalternas.

Raúl Eduardo Mahecha y Tomas Uribe Márquez: Uno tipógrafo y rebelde, el otro organizador y concientizador de los trabajadores del petróleo, enfrentaron la oprobiosa economía de enclave impuesta el Barrancabermeja por las petroleras o en la costa atlántica por las bananeras. 

María cano, quien luchará de manera incansable por los derechos de los trabajadores, sobre todo de la mujer quien ahora era explotada en una nueva economía donde ni era sujeto ni era persona. Organizando a la clase obrera a lo largo y ancho del país en torno a reivindicaciones sociales.

Manuel Quintin Lame, indígena Nasa, autodidacta, quien defenderá el derecho ancestral a la tierra de su pueblo, y la autodeterminación sobre los territorios que paradójicamente respetó la corona española, pero no  los terratenientes de Popayán una vez se alcanza la independencia.

En esta etapa que se extenderá hasta el periodo de la violencia, encontramos un discurso oficial conservadurista, religioso, patriarcal y racista con un profundo desprecio por los valores de las clases populares y legitimado por academias, colegios y universidades y, por otra parte Intelectuales de nuevo cuño, la mayoría de ellos autodidactas con poca o ninguna vinculación con el campo intelectual dominante. Hombres y mujeres que se formaron bajo la lectura atenta de los textos proscritos por el Codex de la iglesia católica: Bakunin, Rousseau, Marx, Lenin, Bujarin, Rosa Luxemburgo. Quienes lograron como pocos en nuestra historia “dejar de contemplar la realidad para comenzar a transformarla”

  



   4.  Los años de la insurgencia universitaria.

Hechos como que Colombia presentará una gran migración hacia las ciudades centrales como Bogotá, Medellín. Cali, Barranquilla lo que produce mayores posibilidades de acceso a la educación; pero también otros como la revolución cubana (1959), las luchas independentistas en Argelia, Vietnam, África central, la emergencia de centros universitarios críticos en la cansada Europa como la Normal superior de Paris y el centro de investigaciones sociales en Frankfurt, hará surgir un nuevo tipo de intelectual así como un nuevo actor social en Colombia: El universitario.

Figuras como las de Camilo Torres Restrepo y Orlando Fals Borda conmocionaron un país donde los intelectuales se alineaban tradicionalmente al lado del poder, donde los representantes de la academia desconocían los problemas de nuestra gente. Si algo destaco a estos dos hombres fue su recorrido lucido por nuestras regiones, su hablar descomplicado con las gentes sencillas que construían lo que llamó Jorge Eliecer Gaita: el país nacional, un país de verdad que se debatía en medio de la violencia estatal-social, que después degenerarían  en una nueva etapa de conflicto: la insurgencia guerrillera.

Camilo Torres, convoca un grupo de estudiosos de la realidad bajo la consigna  “La unión por encima de nuestras divergencias, partidistas o ideológicas, el prescindir de los factores que nos separan para central la atención en lo que tenemos en común” (Campos, 1989, p. 84)   su  misión será utilizar los recursos intelectuales provenientes de una nueva visón de la ciencias sociales, menos reformistas y más revolucionarias, para proponer una nueva alternativa al pueblo colombiano por encima de las políticas del bipartidismo en el poder ahora más cerrado por el frente nacional. Este trabajo será continuación del realizado en la Universidad Nacional de Colombia como decano de Sociología, donde forma y promueve el conocimiento de la realidad en el movimiento universitario.
  


En  su plataforma del Frente unido  se dirige primero a las clases subalternas “A todos los colombianos, a la clase popular, a la clase media, a las organizaciones de acción comunal, a los sindicatos, cooperativas, mutualidades. Ligas campesinas y organizaciones obreras, indígenas, a todos los inconformes, hombres y mujeres, a la juventud, a todos los no alineados en los partidos políticos tradicionales, a los nuevos partidos, presentamos la siguiente plataforma para unificar en objetivos concretos a la clase popular colombiana.” (Campos, 1989, p. 98)  poniendo de manifiesto que “Actualmente las decisiones necesarias para que la política colombiana se oriente en beneficio de las mayorías y no de las minorías, tiene que partir de los que detentan el poder.” (Campos, 1989, p. 99)   y que es necesario organizarse como clase social: campesina, proletaria, revolucionaria. Para llegar a los cambio que el país necesita.

Orlando Fals Borda desde su propuesta sociológica, que después se convertirá en el socialismo raizal, logra develar el carácter del pueblo colombiano, más allá de construcciones ficticias impuestas por la burguesía en el poder. En este sentido en textos como “Historia doble de la costa” pone de manifiesto que existe una gran distancia entre las clases dominante pretendidamente blancas pro hispanicas, y las clases sociales subalternas que desarrollan una cultura al margen y escriben su propia historia. Crea el concepto de antielite “este concepto como es evidente, es un concepto telético en cuento se encamina a explicar la destrucción o el cambio del orden social. Y denominó subversión a la acción social de la antielite.” (Rojas, 2013, p.23) Donde pone implícita la necesidad de subvertir el orden establecido y de una revolución en las estructuras económicas, políticas y culturales en el país.

Durante esta etapa que se extenderá a hasta comienzos de la década de los noventa, la elite recicla intelectuales como German Arciniegas con un discurso hispanista, de rancio abolengo racista. Se construye una visión de la historia nacional sobre un pasado heroico y en franca dialéctica con una pretendida conspiración bolchevique internacional. El intelectual colombiano deber ser la imagen del caballero católico (Kempis) fino en sus maneras,  (Carreño), orgulloso de su pasado heroico (Henao y Arrubla) y bien hablante de la lengua (caro y cuervo).

Intelectuales como Diego Montaña Cuellar, Camilo Torres; Orlando Fals Borda, Julio Enrique Blanco, entre otros, representaron la resistencia frente al poder y, en los tres primeros casos, una incansable fe en el futuro del socialismo, que hoy día se hace realidad en nuestra América en casos como Venezuela, Ecuador y Bolivia, y que ya demora en transformar a nuestra Colombia.




5. Fin de la historia…pero no de la lucha.

La década de los noventa del siglo XX está marcada por el desplome del llamado socialismo real, la caída del muro de Berlín, la desintegración de la URSS, el giro de los países socialistas al capitalismo y la imposición del pensamiento único. Con libros como: la condición Postmoderna de Lyotard o el fin de la historia de Fukuyama, la derecha internacional construyo las bases del nuevo campo intelectual. La Vulgata Planetaria (Vega, 2002, p. 17) se instaura dentro de las ciencias sociales como la supuesta muerte de los discursos críticos.

Muchos intelectuales a nivel mundial giran definitivamente hacia la derecha y se convierte en escribientes del nuevo orden mundial donde ya no hay guerra sino lucha contra el terrorismo, y las luchas de los condenados de la tierra llegan a su límite chocando con la mano invisible del mercado. Colombia no será la excepción, la universidad se llena de nuevos “intelectuales” ya no humanistas, historiadores, filósofos y sociólogos; sino de tecnócratas, economistas (Urrego, 2002, p. 208)  y periodistas tratando de vender sus recetas para un país llamado a un futuro incierto.

La apertura económica de Gaviria de mano de los “Chicago Boys” pondrá de moda una nueva jerga dentro de los estudios sociales: Gobernabilidad, Coalición de clases, acción comunicativa, organización no gubernamental. El sueño revolucionario se cambia por la pesadilla del mercado. Pero será durante la “política de seguridad democrática” del Álvaro Uribe Vélez cuando los intelectuales en masa se plieguen al poder sobre tesis como “en Colombia no hay conflicto” o la necesidad de derrocar un pensamiento que según “analistas” como Alfredo Rangel o Eduardo Pizarro, son la causa verdadera de la emergencia de la guerrilla en Colombia.

Por otro lado comienza la persecución contra líderes sociales, ellos intelectuales orgánicos al servicio de las causas de los campesinos, obreros, estudiantes, victimas del terrorismo de estado y paramilitar: Alfredo Correa de Andreis. Miguel Ángel Beltrán Liliani Obando, Javier Díaz, Patricia Sanabria, Carlos Medina Gallego, Renán Vega Cantor; pagaran con su libertad y algunas veces con sus vidas su lealtad  al pensamiento crítico y su oposición a las formas de pensamiento único que campean impunemente por la academia.  La característica principal de estos será el compromiso inquebrantable con el saber, la negación a los discursos de moda, pero también actuando al margen o paralelamente con la academia, la construcción de nuevos espacios para la verdad, para la militancia, para el pensamiento crítico.

Hoy día entre el ruido del post conflicto se avizora un conflicto viejo, soterrado y oculto por los medios y la academia: el conflicto social. Es tarea de los intelectuales el no dejar que “la paz” como discurso movilizador de sensibilidades frene la protesta social, el llamado a las conquistas de la clase trabajadora y, por qué no, el giro de Colombia hacia el socialismo del siglo XXI, porque bien entiende quien escribe estas palabras que  y parafraseando la frase de Foucault con respecto a Deleuze “el siglo XXI será marxista o no será”


Bibliografía.

Arenas, G. (1986)  Filosofía y poder. Lima. Revista  búsquedas. N° 53.

Bourdieu P. (1989) La Noblesse d Etat. grandes Ecoles et Spirit de Corps. Paris: Les Editions DeMinuit.

Campos, G. (1989) El padre Camilo torres. Bogotá: Ed Siglo Veintiuno editores.. P 84.

Gramci, A (1967) La formación de los intelectuales. Mexico: Grijalbo. 1967. P 21.

Rodríguez. M (200) Filosofía en Colombia, modernidad y conflicto. Buenos Aires: ed Laborde. Pag 109.

Rojas, J (2013) Pensamiento del maestro sobre la construcción de la paz en Colombia,. Revista CEPA. N° 17.

Romero, J. (2010)  Latinoamérica Las Ciudades Y Las Ideas. México, Siglo XXI.

Vega Cantor, Renán.  (2002) Gente Muy Rebelde. Bogotá: Ediciones Pensamiento Crítico,

Urrego, M. (2002)  Intelectuales, Estado y Nación en Colombia. Bogotá: Siglo del hombre editores.

No hay comentarios:

Publicar un comentario