*Texto publicado en la Revista Surgente. #14, 2013
https://issuu.com/revistasurgente/docs/surgente14"Cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento:
el momento en que el hombre sabe para
siempre quién es."
Jorge Luis Borges "Biografía de Tadeo Isidoro Cruz"
I
En un lugar de
Macondo de cuyo nombre no quiero acordarme… ¿comienzo pretencioso? Tal vez,
pero es que esta historia es tan fantástica,
tan inverosímil, tan maravillosa, tan
hijueputa, que solo puede venir del país con molinos de viento y quijotes o de Gabos
con mariposas amarillas…como venía diciendo, allá en Macondo vivía Antonio con
clarita, su madre. De leer más bien leer
no le gustaba, lo que si hacía todos los días como una adicción fetichista era
dedicarle ocho o diez horas a la televisión.
Al principio
veía de todo: películas gringas, muñequitos japoneses y culebrones mexicanos,
partidos de fútbol, reinados de belleza y concursos para hacerse rico de golpe.
Pero con el tiempo se especializo en las muy ponderadas novelas macondianas
sobre los nuevos ricos: los narcos o mágicos como los llamaban en medallo. El
capo, sin tetas no hay paraíso, al cartel de los sapos, las muñecas de la mafia
y una larga lista de etcéteras. El tema lo obsesionaba, tanto que un día le preguntó a David, el cucho de literatura cómo saber mas sobre el tema. Le dejó una larga lista de etcéteras, pero ahora con libros, eso sí, con una estricta
jerarquía de aquellos que de primera podría entender: No nacimos Pa semilla,
Rosario tijeras, y la virgen de los sicarios, este último con película y todo.
Así también
llegó al cine: el padrino con dos partes y un malísimo apéndice que lo acercaba más a una mala ópera que a una buena trilogía, Buenos muchachos, Casino, Scarface
y muchos más etcéteras más digeribles que los libros.
Tres años, dos
meses y un día pudo dedicarle a su obsesión siendo todavía Toño, después todo
se vino a la mierda y sucedió lo que normalmente ocurre en Macondo, terminó en
una situación que nadie puede creer o narrar a menos que sea un Borges o un Poe
con gatico negro y todo.
Antonio Padilla,
lo llamaron en su salón de clase y ahí terminó la vida de Toño, para dar a luz
a la de don René.
Clarita había
muerto, sin más, y como esta historia es
la de él y no la de ella, no diré más que eso: murió.
Del que si
hablare es de Toño, encerrado semanas sin comer ni dormir viendo el capo, el
patrón del mal y los videos traquetos de radiola tv. Las películas y los libros
vinieron después a completar su rito de transformación. Cuando César, su tío,
le golpeó por qué ya estaba preocupado, solo escucho un seco y contundente:
- ya negocie la
casa, mañana me voy.
II
-mija vaya y
limpie esa mesa, o es que no tiene ojos.
Ángela estaba
cansada de limpiar mesas, estaba cansada de esperar una vida que no iba a llegar,
estaba cansada de estar cansada.
-ya voy, es que
estaba lavando el trapo.
Las mesas, los
borrachos, las miradas llenas de lascivia y
morbo sinceramente ya no sabia que era peor.
-otra pola, le
dijo un cliente ya familiar. Mientras posaba los ojos en el trasero de la
mesera.
De pronto entro
una persona desconocida. Le llamó la atención por una camisa colorida de esas
que usa la gente en la playa, bueno como lo mostraba la televisión, y unas
botas de vaquero cafés muy vistosas.
-una botella de
sello negro, dijo el desconocido
-¿de que?
-de Whisky,
sello negro o Johnnie Walker y bastante hielo.
- de eso no
tenemos, aguardiente, cerveza o si acaso ron, pero me tocaría traérselo.
-tome tráigame
mas bien la de whisky, y quédese con las vueltas.
Le alargo varios
billetes de cincuenta, Ángela los tomó mientras le sonreía.
-Ya se la traigo
don…
-René, dígame
René a secas.
Ese día comenzó
una relación que iba a cambiar la vida de ambos. Ella había visto hombres como René en su
pueblo a sur del Tolima. Se habían enriquecido con la coca, y aunque no tenían estudio eran muy poderosos, incluso
más que los políticos y el ejército.
Tal vez esto fue
lo que más le atrajo de René, un hombre que podía protegerla, que le mostrara
el mundo, que la sacara de ese lugar que olía a cerveza y apestaba a miradas
llenas de morbo. Las visitas fueron mas seguidas y un día salieron a celebrar
su cumpleaños. Oso gigante, cine y hamburguesa, nunca nadie la había dado
tanto.
Se entregó a él,
entre temores y sabiendo que quería irse lejos, que él era el pasaje a otra vida.
Que tal vez no lo amaba pero lo necesitaba. Igual los regalos se multiplicaron
y fueron cada vez más costosos: collares, vestidos, zapatos, dinero hasta que
el esperado anillo llegó y entonces supo que iba a cumplir su sueño: iba a ser
la mujer de un narco.
III
Todo el barrio
hablaba de él y lo respetaba. Don René el señor de la casa grande.
La había
alquilado toda y se explayaba en los cuatro pisos donde puso muebles grandes y
estrafalarios, dos televisores gigantes una licorera y una biblioteca, lo que
le hacía parecer un hombre duro pero culto. Las filas de personas pidiendo
ayuda a veces superaban la cuadra: plata para el arriendo, para el mercado, un
hijo en la cárcel, un trabajito. De alguna manera llegó a manejar el barrio, a
ser querido por la gente, especialmente por Sancho un campesino caqueteño que
trabajaba haciendo los mandados y que tenía prometida una ruta para el solo,
para ser un narco como la ley manda.
Pero como dijo el filósofo Hector Lavoe “todo tiene su final,
nada dura para siempre” y René noto que sus finanzas comenzaban a escasear.
-carajo, solo
quedan 50 millones.
La caja estaba
casi vacía y su mentira peligraba con venirse abajo.
Entonces pensó
en Ángela, en el amor que le profesaba, en que nunca podrían encontrar una
mujer como ella. Pensó en irse y llevársela lejos, decirle que se tenía que
retirar del negocio y que comenzarán una nueva vida. Pero ¿cómo?
Después de días
de insomnio y de consultar su biblia: una edición de lujo del padrino de Mario
Puzzo lo vio, le diría que había negociado con el gobierno, una extensión del
poder narco paramilitar, y que lo iban a dejar libre pero le quitarían todo el
dinero y las propiedades: las fincas, los aviones, los carros, el poder. Estaba
seguro que ella se conformaría con una casita pintoresca, una moto y un marido
trabajador.
Se arregló y
esta vez no vio en el espejo al poderoso René, volvió a ver Antonio y como hace
mucho tiempo no pasaba se sintió libre.
Escucho la
puerta abrirse y los pasos apresurados de Sancho Quintero por la escalera. Su
rostro estaba pálido y sudoroso. Tomó aire para
a duras penas poder decir.
-Jefe…jefe…nos
cayó la DEA.
Alvaro Lozano Gutierrez.
Buen cuento, un saludo desde el Cauca.
ResponderEliminar